martes, 30 de octubre de 2012

La pareja del metro

Adoro a los artistas espontáneos que se meten en los vagones del metro y cantan, o tocan toda variedad de instrumentos, o bailan para los desconocidos que compartimos con ellos un viaje.
Me gusta oír esa voz femenina que informa por megafonia del nombre de la siguiente parada, porque me evita bajarme antes de tiempo, e incluso disfruto conviviendo con esa gente que viste extraño o lleva el pelo de diferentes colores, porque realmente admiro la capacidad que tienen de ser ellos mismos sin importarles lo que vaya a pensar o a decir nadie al respecto.
Pero solo hay una cosa, solo una... que no puedo soportar ahí abajo: las parejas empalagosas que se regalan besos parada tras parada, esas que entran a la vez que tú en el vagón y salen cogidos de la mano delante tuyo, haciéndote consciente de que tú no tienes a "esa" persona que te trate como si fueras de cristal. Algunos lo llaman envidia. Lo es. Pero estoy segura de que no soy la única. Probablemente haya más de medio vagón que deteste ver lo empalagosas y detestables (ademas de jodidamente frecuentes) que son las parejas en el metro.
Y cuanto más jóvenes (y cuanto más cerca se encuentren de tu edad); son más aborrecibles.
Aunque, a pesar de todo, siempre me gusta verle la segunda cara a estas cosas, una un poco más romántica y menos sentenciadora.
 Así que allá va la descripción de "la pareja del metro" que, en esta ciudad tan grande, podría ser cualquiera.:
<< Entre la pared del vagón y su cuerpo estaba ella, perdida en sus ojos como si éstos fueran dos estrellas en un cielo apagado; apoyando sus manos sobre su torso: cubierto de músculos fuertes bajo una camiseta ancha. Él, indiferente ante las miradas que, como la mía, ponían su atención en la envidiable escena; se inclinó sobre sus labios y la besó.
Y mientras tanto, yo permanecí inmóvil, como tantas otras veces había hecho y haría, suspirando por el deseo de algún día estar en la piel de esa chica. Por el deseo de salir del vagón sin mirar atrás, porque no hay nada que te retenga. Y salir sin prisa, cogida de la mano de ese chico, dejando atrás las miradas indiscretas de la gente que ansía llegar a ser "la pareja del metro".


jueves, 25 de octubre de 2012

La última hoja de Otoño

25 - Octubre
"No me he olvidado de ti, y el cielo tampoco. Un cielo gris, como tus ojos desteñidos cuando yacías sobre la cama del hospital y te despedías de mi por última vez, aunque fuera en silencio. No me he olvidado de ti, nadie lo ha hecho. Y hoy llueve agua sobre el cementerio y caen tus lágrimas sobre mi pelo. Y se que estás aquí, a mi lado, susurrándome estas palabras mientras te busco al otro lado del cristal de la ventana. Un cristal traicionero que, cada año, y con el tiempo, se empaña por la niebla, difuminando tu cara. Y entonces... solo me queda recordar.
Recuerdo que me enseñaste a reconocer figuras en las nubes, y a dar todo de mi sin que me importase no recibir nada, recuerdo aquellos tiempos felices en los que yo era alguien.... alguien realmente importante dentro de tu mundo. Mundo que compartiste con esa niña pequeña que siempre vivirá dentro de mi, mundo que aún existe y por el que me paseo de vez en cuando. Mundo del que sólo poseemos la llave nosotras dos.Y allí escondemos nuestros secretos, nuestros momentos abuela-nieta, nuestras sonrisas y miradas más cómplices, y es que allí no existe el tiempo. Podemos viajar sin pasaporte y libres de equipaje, porque no necesitamos nada más que nuestra imaginación. Y sí, tú me enseñaste esa palabra, tú fuiste la que me proporcionó alas mientras cruzábamos todos sus niveles, hasta los más imposibles. Porque para ti, no había nada que no pudiese hacerse realidad.
Y ahora, mi imaginación me traiciona, y en ella tú no estás muerta. En ella, soy capaz de decirte unas últimas palabras, porque si hay algo que siento es haber sido tan inocente como para no darme cuenta de que ese 25 de Octubre no era sólo un día más, sino el día que soltarías mi mano hasta que el futuro improvise una forma de volvernos a ver.
Decías que el Otoño era tu estación favorita, que entre los colores amarillos,naranjas y rojizos de los árboles se esconde toda la magia en la que las personas, ingenuas, se niegan a creer. Y decías que el Otoño nunca se acaba hasta que cae la última hoja, para ti la más bonita......
Pero hace tiempo que eso cambió. Aquel 25 de Octubre pasó a ser desde entonces el comienzo del invierno. Un invierno frío y triste en el que faltabas tú. Faltaban tus nudos de bufanda y tus abrigos de piel. Faltaba el calor de tus palabras y ese cautivador aroma a café.
Y perdóname. Perdóname por haber estado tan ciega durante tanto tiempo, y es que hoy me he dado cuenta de que no hubieras querido que hubiese perdido la ilusión por el Otoño, esa estación que una vez hicimos nuestra.
Pero ya no tienes nada que temer. El Otoño te trae conmigo,a nuestra estación, donde las hojas siguen cayendo con su magia, robando las miradas de los soñadores más despiertos. Pero yo las miro con otros ojos, porque para mí tú siempre serás la última hoja de Otoño, la más bonita, y la más mágica."




martes, 23 de octubre de 2012

Para ti, donde quiera que estés



Ayer te vi...creo. Estabas de espaldas y como siempre, no pude ver tu rostro. En la mano derecha sostenías una orquídea azul, un detalle que no se me pasó por alto. Caminabas deprisa, buscando algo.
Se que eras tú, lo sentí. Pero entonces... ¿por qué huías de mi? Tus pasos caminaban en dirección contraria cada vez más deprisa; y no pude mantener tu ritmo. Agotada, me senté en un banco, preguntándome cuando llegaría el día en el que te darás la vuelta y pueda reconocerte. Y es que no entiendo por qué todavía no has empezado a buscarme. Yo, mientras tanto, guardo tus besos para cuando me encuentres, junto a palabras sin sentido y miradas mudas e infinitas, y se que tu escondes mis abrazos y caricias junto a un montón de "te quieros".  Y aunque se que te echo de menos sin conocerte, que anhelo tus sonrisas y tus inocentes errores, que mi corazón sólo late por un desconocido.... me conforta la esperanza de que algún día te sentarás junto a mi en el banco y me darás esa orquídea azul.



sábado, 20 de octubre de 2012

My happy ending.

Querido lector: éste es mi final feliz. Sí, lo se, aún me queda mucho camino por recorrer, pero... ¿y si no consigo nunca uno? ¿ Y si estoy condenada a morir sin poder saborear "mi propio final feliz"?
A veces el destino no te deja elección, no te da la opción de despedirte o de hacer la última locura antes de la eternidad. 
Así que he decidido escribir mi final. De manera que ya conociendo el futuro pueda improvisar en el presente para cumplirlo. Siento adelantarme a los acontecimientos. Pero, querido lector, esta entrada va de finales felices, y lo quieras o no... éste es el mío. 
<<Primero quedé muda, y mis palabras resonaban en mi cabeza cada vez más débiles, hasta que dejé de pensar para escuchar sus voces. Miré a mi alrededor, y estaban todos. No había nadie que hubiera faltado esa agridulce mañana de invierno para acompañarme a mi cita con el destino. Olía a humedad, la ventana se había quedado abierta al irse la enfermera, y fuera aún llovía. El tiempo, que siempre me había parecido ver transcurrir con calma, estaba ahora encerrado en el reloj de la pared, condenado a pasar de largo y perdurar en el más indiferente de los olvidos. Las agujas se movían ávidas a lo largo de su cárcel de cristal, midiendo con frialdad los segundos que me restaban en este mundo. Y dentro de mi, un reloj muy distinto me recordaba que había llegado mi momento. 
Respiré profundamente antes de cerrar los ojos. Ésa sería la última vez que sentiría el aire bajar por mi garganta, llenándome de oxígeno los pulmones. Un latido más, sólo uno, bombearía sangre por todo mi cuerpo, e inerte sobre las sábanas blancas de un hospital yacería mi cuerpo rodeado de todos aquellos que en vida sintieron el más mínimo apego hacia mi. Y me fui, y en mis labios quedaron los restos de una sonrisa congelada.
   El funeral fue sencillo, y más tarde, con el tiempo todo volvería a la normalidad. La gente seguiría con sus vidas, al principio llevándome en cada uno de sus pasos, poco a poco teniendo tan sólo una imagen borrosa de mi; un recuerdo difuminado por los años. 
Y así, como cenizas barridas por el viento, mi nombre desaparecería por fin; durante una fría noche de invierno,  recorriendo el mundo por primera y última vez. >>




miércoles, 10 de octubre de 2012

Verde como las aceitunas


Querida amiga:
Te prometí palabras hace ya unas semanas, y no se si éstas que pinto con cuidado a las 22.51 de un miércoles por la noche te parecerán suficientes; pero espero que te gusten.
No recuerdo como te conocí, si nos presentaron o si fue un encuentro casual, fruto del destino. Pero se que te conocí, o al menos creo conocerte.
Porque... ¿cómo no conocer a alguien que se parece tanto a mi?
Te gusta cantar, creer que los de letras dominaremos el mundo y que barrio sésamo se saltó una generación. Escribes para desahogarte de todo lo que no eres capaz de gritar en voz alta, pero cuando hace falta el carácter aparece. Eres impredecible, dulce e inocente. Te gusta reír, y lo haces a menudo (ahora mismo, por ejemplo); de esa manera tan peculiar y contagiosa. Pero a veces lloras, y conociéndote o ya has empezado o antes de acabar de leer ésto te habré sacado alguna lágrima. Pero no te preocupes, es porque me echas de menos, y lo entiendo; porque yo no te he olvidado ni por un segundo desde que me fui. Y aunque compartimos cerebro, por favor, recuerda siempre que das los mejores abrazos del mundo y que te quiero un montón.
Tus ojos son verdes, como las aceitunas, pero recuerdo perfectamente que  eso no viene de ahí. Recuerdo, con especial cariño, un viaje en autobús sentada a tu lado; valiéndonos de palabras y sonrisas mientras otros se abstraían en sus móviles o cámaras de fotos. Recuerdo que me ayudaste a ganar confianza en mi misma (puede que no te dieras cuenta, pero en gran parte si sigo escribiendo es por aquella pequeña frase que en ese viaje salió de tus labios: “yo creo en ti”)
Verás, cada día es diferente, ni mejor ni peor. Se que a veces digo que ésto me viene muy grande; y es verdad. Es difícil continuar andando, sonriendo aun cuando no tienes ganas, pero cuando estoy triste pienso en ti, en tu risa... y me contagio. Y vuelvo a empezar, a mitad del día con las pilas cargadas, y la razón son aquellas palabras: “yo creo en ti”.
Dicen que la distancia es la peor amiga contra la que se pueda luchar, yo digo que en la distancia lucho por la mejor amiga que se pueda soñar. Y de momento no lo estamos haciendo mal ¿no? Si analizamos, aun sigues leyendo esto así que... no hay motivo para preocuparse.
Pero aunque me gustaría seguir dedicándote mi tiempo y mis palabras, el cielo se ha teñido de añil y la noche envuelve Madrid. Poco a poco las luces de las ventanas se van apagando y la ciudad se duerme esperando que empiece mañana, y yo debería hacer lo mismo.

              Dulces sueños pequeña, no olvides que eres la más grande!