jueves, 24 de enero de 2013

Asleep

 Hoy es uno de esos días en los que miras por la ventana y sólo te ves a ti misma reflejada en el cristal. Tu mirada ni siquiera lo atraviesa, y al otro lado la gente sigue con sus vidas, ajena a ti.
Hoy, es uno de esos días en los que los recuerdos te ametrallan sin avisar,mientras tú no sabes qué hacer ni cómo reaccionar.
Y acabas riendo y llorando al mismo tiempo, pensando que todos aquellos momentos se han convertido en un puñado de cenizas de las que sólo queda la parte que has conseguido proteger del viento.
Y terminas con las mejillas coloradas y los ojos hinchados, sentada sobre tu cama mirando fijamente a la pared mientras te rodeas las piernas con los brazos.
Nunca entendí muy bien por qué hacemos esto. Creo que visto desde fuera parece un poco triste el hecho de auto abrazarse. Tal vez lo hagamos porque no hay nadie que nos entienda mejor que nosotros mismos, y de algún modo nos consolamos pensando que siempre estaremos allí para pasar la tormenta a nuestro lado. O quizás no. Qué importa.
Sólo se que hoy es uno de esos días que me apetece revivir mi infancia, pasando por todo de nuevo.
Deteniéndome en esas "primeras veces". Siempre he creído que pertenecen a un mundo a parte, que tenemos un álbum en nuestra memoria que capta especialmente esos "primeros instantes". Y sé que aún me quedan muchas páginas por llenar, pero también que hay otras que ya nunca podré fotografiar de nuevo. Y pensar en eso me hace sentir extraña.
Aunque hoy, todo me hace sentir de ese modo. Lo echo tanto de menos... ser pequeña, quiero decir. Ser pequeña e inocente, ser invencible e inmortal. O al menos sentir que lo soy. Echo de menos muchas cosas. Echo de menos a personas concretas, sus voces, su manera de reír.  Echo de menos lugares, con su esencia,  y con los recuerdos que siempre vivirán allí, sencillamente eternos ....simplemente hoy es uno de esos días, nada más.

PD: Escuché esta canción mientras escribía, la encontré entre las páginas del libro que puede que en este momento sea mi favorito; y me encanta, así que la dejo por aquí para que la escuches.

                                                                                         Sinceramente tuya: la escritora.










martes, 22 de enero de 2013

Al borde del acantilado.

Escoger las palabras precisas en el momento adecuado, incluso si esas palabras han de quedar guardadas en el silencio, no es fácil.
Sentada al borde del acantilado, borro de mi mente nuestra última conversación.
Siento resbalar una lágrima fría por mi mejilla, respiro hondo y miro hacia abajo: las olas estallan al chocar contra las rocas y el viento roba la esencia del mar.

domingo, 20 de enero de 2013

Balas de papel

Tengo un nudo en la garganta. Intento tragar saliva para hacerlo desparecer, pero soy incapaz. Me duele, sangro por dentro y me quedo muda. Ahora sólo me queda llorar.
Pero... ¿por qué?
No hay motivos realmente importantes, todo se reduce a una tontería, como siempre: "el mundo es idiota, y yo más."
Además, ¿de qué sirve preguntarse el por qué de las cosas cuando lo único que cobra sentido en tu existencia es el creciente deseo que sientes de desaparecer?
¿Y quién no lo ha sentido alguna vez? ¿quién en su insana locura no ha tenido el arrebato de llevarse la mano a la sien, simulando que se apunta con un revólver inexistente cargado de aire?
Porque yo sí, y creo que tal vez sólo necesite un balazo de oxígeno directo al cerebro para despertar y ver que las preocupaciones son inútiles; que todo el mundo tiene sus momentos de soledad, que nadie es perfecto. Quizás eso me haga darme cuenta de que darle importancia a todas las cosas no es la mejor opción, que esos momentos de frustración innecesaria sólo te llevan a la conclusión de que el mundo estaría mejor sin ti; y eso no es cierto.
Pero para bien o para mal, tendemos a medir la vida en instantes, y por alguna extraña razón nos parece lógico el hipotético caso de un mundo perfecto sin nuestra presencia.
Empiezo a hacer pequeños círculos con el lápiz sobre el papel: primero despacio, cada vez con más fuerza, hasta que el grafito atraviesa la hoja.
Miro el agujero fijamente y sólo consigo ver el vacío que he dejado en ese lugar y me doy cuenta de que me siento igual de vacía por dentro.
Un minuto después, el folio está lleno de agujeros, como si le hubiera matado agotando todas mis balas.
De algún modo, no puedo evitar sentirme culpable e intento recomponerlo... pero como pasa con todo, siempre queda una cicatriz, una marca de que hubo una vez en la que fue herido.
Y al fin y al cabo estamos hechos de cicatrices y por más que intentemos coser nuestras heridas, el tiempo es irreversible y se nos escapa de las manos.
Vuelvo mi mirada hacia la hoja que yace inerte sobre el escritorio y me pregunto que aspecto tenemos justo después de perder un duelo contra la realidad.... pero eso sería diferente, nosotros cargamos nuestras armas con acero.... y ésas no eran más que balas de papel.





sábado, 12 de enero de 2013

Cuestión de identidad


En su corazón son proporcionales
directamente deseo y espera
y cuanto más tiempo pasa de largo
más ansía una respuesta.

Esa pregunta no formulada
(nunca en voz alta por ella),
se esconde tras sus labios muertos,
labios que callan sus penas.

Y la dulce y amarga promesa
que se hizo cuando era pequeña;
(esa de mantenerse firme,
impasible ante las mareas,
esa de descubrir alegrías,
esa de derrotar tristezas,
y adivinar al fin quién se esconde
bajo su nombre de cinco letras...)
vaga intranquila por su mente
recordándole que todo cuenta.
Todo lo que nos sucede en vida;
todo...deja huella.

Ayer, escuchando el silencio,
oyó hablar a su conciencia:
<<Vaya teatro _ dijo sarcástica_
eso de la existencia:
“nacemos ignorantes y mudos,
desnudos títeres, frágiles marionetas.
(sin importar que sea piel lo que al alma cubre,
en lugar de torpes piezas de madera)
reconociendo que sigue siendo sangre,
lo que late en nuestras venas;
actuamos como podemos, perseguimos nuestras metas.
Y en esta obra de la vida, donde no existen certezas,
cada uno siempre es, el papel que interpreta.” >>

Ella permaneció inmóvil, pensativa, quieta.
Y volvió el silencio a inundar su mente,
al tiempo que impaciente,
volvía el deseo de una respuesta.
Pero, ¿a qué pregunta exactamente?
¿quiénes somos en general?
o, ¿quién es concreto, ella?
¿quién la mira desde el otro lado del cristal
en el que se encuentra prisionera?

Y unos segundos después, caigo en la cuenta:
Soy yo, que sueña despierta.
Soy yo la que la mira,
Soy yo la que me observa.

Y vuelvo a formular la pregunta,
obteniendo la misma respuesta:
¿Quién soy, si no soy más...
que un nombre de cinco letras,
un misterio sin resolver,
un  auténtico rompecabezas....?


lunes, 7 de enero de 2013

detalles en la rutina

Se acabó el descanso, mañana todo el mundo vuelve a su vida, esa que había aparcado por unas semanas a dos manzanas de la realidad. Se acabó el turrón y los días en familia, el dormirse sin hora y levantarse casi a mediodía.
Y empezará todo otra vez desde el principio. Rutina, rutina y más rutina. Despertar cada mañana temprano, con simple plan en la cabeza, mirar el horario y ver a qué asignaturas he de enfrentarme durante el transcurso del día. Desayunar despacio pero con la conciencia intranquila, sabiendo que otra vez, y como siempre, para bien o para mal, estoy sola en esto. 
Y salir de casa con el abrigo a medio poner, meterme en el metro, perder el primer tren. Esperar de pie mientras escribo en las notas del móvil cualquier cosa que me pase por la mente y bajarme a las dos paradas para llegar "a tiempo" a clase. 
Puede que sea como hasta ahora, que entre a ese aula de paredes blancas y continúe el camino de baldosas amarillas hasta mi pupitre; me siente y espere a que alguien me pregunte por la Navidad. 
Pero tal vez no. Y es que quizás esta vez haya decidido tomar las riendas de mi rutina y consiga salir de ella, transformando el "cada día" en un día anormal, distinto, diferente. 
Porque este año me he propuesto eso, buscar los detalles en la rutina. Convertir una mirada en una razón para sonreír, e incluso sacarle su lado divertido a eso de almorzar "pinkies" en vez de panteras rosas. (la verdad es que sólo el nombre ya me hace gracia)
Querido lector, mi meta ahora es conseguir acabar el día y que me de igual si es lunes, martes, miércoles, jueves o viernes. Tener la sensación de que he dejado huella en alguien, y a la vez, poder cerrar los ojos y pensar antes de quedarme dormida en esa persona que ha hecho de mi día, algo especial. 
Y volver a empezar, sintiendo que es de cero otra vez más. Con nuevas conquistas y nuevos retos, viviendo el presente sin pararme a ver qué es lo que dejo atrás. 
Sonará extraño, tal vez una tontería... pero de ilusiones se alimenta el alma; y siempre que se sueña despierto, renace el niño que llevamos dentro.
Y lo siento si todas estas palabras para ti carecen de sentido, pero a mi siempre me gustó el cuento de Peter Pan. Y al fin y al cabo, ¿quién no ha soñado alguna vez con poder volar?.....
         
                        

Una vez más, siempre tuya:
                                               la escritora.

y una noche tras otra el mismo sueño...

Él la acaricia suavemente, escondiéndole uno de sus mechones castaños detrás de la oreja mientras observa como duerme plácidamente. Se fija en sus ojos cerrados, e intenta adivinar que es lo que ella estará viendo mientras sueña. Recorre su cuello con la mirada, y sonríe al descubrir que sigue teniendo un pequeño lunar donde siempre. Se detiene en su cadena de plata, y en el colgante que le regaló la semana que se conocieron, un pequeño ángel dorado que se esconde en el escote de su camisa.
Su pecho oscila lentamente, marcando el ritmo acompasado de su respiración, y al girarse él puede observar en su mejilla grabadas las arrugas de la almohada.
Se levanta sin hacer ruido, y se dirige a la cocina. Prepara dos huevos fritos, zumo de naranja y un par de lonchas de bacon que coloca sobre dos platos en una bandeja. Luego regresa a la cama. Ella sigue dormida,  muy quieta. Él deja la bandeja en la mesita de noche, cerca de ella, donde pueda despertarse con el olor de las mañanas de domingo.
Luego camina hasta su lado de la cama y busca en el bolsillo de su pantalón una cajita cuadrada de terciopelo verde. La mira: sigue inmóvil, tan quieta que hasta parece que no respira.
Frunce el ceño, se acerca a ella y la observa detenidamente de nuevo: pálida como el marfil, tan dulce, tan frágil... Su pecho ya no se mueve. Se pone de rodillas en el suelo junto a ella, y le acaricia suavemente la mejilla con los labios. Está helada.
Asustado, le toca la frente, el cuello, las manos... fría como el hielo.
Y a ella, que yace muerta sobre la cama, como una princesa encantada por un maleficio, le son indiferentes sus caricias, no siente las lágrimas, de aquel que le llora, bajando por su mejilla.
Él abre la cajita que sostiene en sus manos, y saca tembloroso el anillo mirándola fijamente. "Cásate conmigo" susurra. Pero ella no contesta. "Ya es demasiado tarde, ¿verdad?, hemos cumplido el plazo tan pronto... lo siento por todo, pero yo jamás dejaré que te vayas, no de mi mente, no de mi corazón."
Y hunde su cabeza entre las sábanas, y al abrir los ojos, ella ya no está.
Él despierta de su sueño, recordando todo lo que pasó. Se levanta y va corriendo a su armario, y mira en el bolsillo de su pantalón, donde sigue la cajita de terciopelo verde olvidada, donde sigue el anillo que nunca le entregó. Y es que ambos decidieron que sería así. Tuvieron su mes de prorroga, lejos de los hospitales; lejos de los ruidos incesantes de las máquinas que apagaban el brillo de su mirada, lejos de aquel infierno de muerte en vida.
Y eligieron recordar algo mejor que aquello, aunque eso implicara una fecha límite.
Y una noche tras otra, él tiene el mismo sueño: una posibilidad de volver a verla unas horas, un intento de cambiar su final... y como resultado la victoria de aplazar el día de su muerte mientras transcurre la noche.

miércoles, 2 de enero de 2013

Vuelve, aunque solo sea para dar sentido a mis palabras

*Querido lector, esto sólo es un texto entre otros que encontré por ahí perdido en un cuaderno, y he decidido, (aunque tarde) retocarlo un poco y dejarlo como lectura rápida para que te entretengas cuando quieras en otro de mis delirios. Espero que te guste, siempre tuya: la escritora.

Vuelve, pues ya no sé donde buscarte. Me tienes perdida, abstraída del mundo, has conseguido volverme loca.
Y me pregunto donde estarás, mientras recorro Madrid en busca de alguna pista que me acerque un poco más a ti. Y es que ya no te encuentro ni en el viento, ni en la luna, ni siquiera en el comienzo de este frío y tímido invierno que poco a poco empieza a colarse por las ventanas abiertas de gente que, como yo, aún siguen pensando que todavía no ha llegado diciembre.
De todas formas, qué más da en qué estación estemos si tú no puedes verla conmigo. Que más da, si no me sugieres como pintar con palabras los colores del cielo en un papel.
Que tristes se han vuelto mis días, qué apagadas mis noches cuando no entras de puntillas como el amante que sigiloso atraviesa el balcón de la doncella para hacerla suya hasta que sale el sol.
Y meto las manos en los bolsillos mientras camino sin rumbo, ya que he decidido que voy a dejar de buscarte. Ya me encontrarás tú algún día. O puede que en realidad nunca te hayas ido, y todo este tiempo fuese yo la que ha tenido vendados los ojos y me haya costado agudizar el resto de mis sentidos para adivinar dónde te has escondido.
En todo caso, ya volverás. Tranquila, tú no te preocupes por mi , que mientras te espero, mi distraída y muy querida inspiración... yo soy feliz.


martes, 1 de enero de 2013

Chocolate con churros para desayunar

Si pudiera haber salido de mi cuerpo sólo durante unos segundos, probablemente esto sería lo que hubiera visto: catorce personas sonriendo, todos sentados con su cuenco en la mano, impacientes porque se consumieran los últimos cinco minutos del año y por fin diera comienzo el siguiente. Sin embargo, me limité a mirarlos e intentar guardar el recuerdo en ese rincón junto a todos los 31 de diciembre.
Es curioso como empezó cada uno el año. Mi primo pequeño lo hizo berreando como un desconsolado porque no había sido capaz de comerse todas las uvas, mi tío lo hizo cantando y mi hermano tocando la guitarra. Y al son de un bolero, mi abuelo y yo empezamos 2013 bailando. 
No se muy bien qué cruzó por mi mente en esos instantes, pero sé que no era capaz de borrar la sonrisa de mis labios. No lo hice en toda la noche.
A las dos de la mañana, a través de la ventanilla del coche, Madrid se había convertido en una ciudad fantasma: los edificios se perdían entre la niebla, y ésta parecía querer acercarse a las aceras y mantener ocultas las historias que durante la madrugada del 1 de enero se empezaban a escribir con alcohol, risas y vestidos de etiqueta.
Fue una noche... sin más, como cualquier otra. Caras nuevas, la misma música de siempre y algún juego que otro para matar el tiempo. Para mí, lo mejor sin duda fue el final. 
Básicamente se reduce a saltar una valla, pelear por estar más cerca del radiador, estar tumbada (que no dormida) sobre cojines alrededor de mis amigos escuchando canciones y desayunar chocolate con churros. 
Llegué a casa ya de mañana, ni si quiera miré el reloj. Me quité el vestido, me puse el pijama, una sudadera y me dormí. Sí, me desperté sin hambre, y con la incómoda sensación de haber dormido tres minutos.
Y, querido lector, todavía sigo zombie, pero necesitaba escribir este día de locos. O al menos un breve resumen que pueda releer cuando me apetezca echar un vistazo al comienzo de este año. 
Bueno, debería despedirme ya, antes de que mis ojos se cierren del todo.
 Dulces sueños, y gracias por haberte pasado por mi mente. 

                                                                                             Siempre tuya: la escritora.   



                                   * (...sobre cojines alrededor de mis amigos escuchando canciones...)