lunes, 22 de abril de 2013

Aunque nos sobre el tiempo

Te sueño con los ojos abiertos, y cuando los cierro vuelves a aparecer. Te busco indiscretamente a lo largo del pasillo para cruzarme con tu mirada, incluso cuando sé que no estarás allí. 
Doy vueltas y vueltas y más vueltas... hasta que pierdo el norte. La brújula de mi corazón se ha descontrolado y no deja de girar hasta que te ve, y entonces se detiene señalándote. Y mientras tanto tú estás de pie, viniendo hacia mi con las manos en los bolsillos; tan tranquilo que tengo ganas de gritarte que corras, que no tenemos tiempo que perder; que  cuando estoy contigo todos los relojes empiezan una cuenta atrás que se me hace insoportable.


Pero tú sigues andando, a tu ritmo, desconectado del mundo con una sonrisa en la cara. De esas que me vuelven loca. Una sonrisa pícara y cruel que juega con mi mirada.... hasta que llegas a mi lado. Y entonces todo a mi alrededor se difumina, y me olvido de procurar acompasar mis latidos a mi respiración, porque estás tan cerca que no puedo disimular que me gustas. Que me gustas mucho. 
Y pasas tu mano por encima de mis hombros y me besas la frente, suavemente, como si nos estuvieran filmando y quisieras guardar el mejor beso para cuando se acabase el rodaje. 
Y desaparecemos, y nos perdemos y nos vamos lejos. Nos vamos muy muy lejos, donde puedas darme ese y mil besos más. Donde me dejes con las ganas  de quedarme para siempre, donde pueda apoyar mi cabeza sobre tus hombros mientras me acaricias la espalda. Donde no haya nadie, nadie salvo nosotros dos. Donde seamos eternos. Donde, y como siempre, me parezca que los relojes nos llevan ventaja... aunque nos sobre el tiempo.



domingo, 21 de abril de 2013

Estúpidamente feliz

Todavía con la cabeza pegada a la almohada me acerco el móvil a la oreja y contesto con los ojos cerrados:
-¿Sí?
Te ríes y contestas.
-Yo.
Me río. Ya sabía que eras tú.
-Ah, vale.
Ambos reímos.
-¿Te he despertado?
-Sí.
-Entonces lo siento, vuélvete a dormir.
-No.
-¿Por qué?
-Ahora ya no puedo.
Oigo un silencio y puedo imaginar tu sonrisa. Y sonrío yo también.
Me incorporo lentamente y me froto los ojos. Imagino que tengo las arrugas de la sábana dibujadas en mi mejilla mientras bostezo. Y me la trae floja.
Cuelgo, o cuelgas. Qué más da.
Tú tendrás el teléfono entre las manos durante unos segundos, mirándolo fijamente, como si eso fuera a hacer que yo apareciese de un momento a otro; mientras que yo, por mi parte, vuelvo a cerrar los ojos pensando en ti.
Lo más probable es que justo después empieces a estudiar. O, por lo menos, esa es la teoría de lo que deberías estar haciendo. Porque ahora mismo tienes el futuro en tus manos, al igual que yo y el resto del mundo. Pero el resto del mundo no me importa, así que me levanto a regañadientes de la cama y me lavo la cara. Yo también tengo que estudiar.
Sin embargo, al levantar la vista, en el espejo, me distraigo al ver a una chica que me sonríe como una tonta desde el otro lado del cristal.
-¿Sabes?- lo digo en voz alta, aunque sé que no me puedes oír   Eres la principal causa de que ahora mismo, me sienta estúpidamente feliz.




lunes, 15 de abril de 2013

Volver a respirar

Tú. Un  suspiro. Una canción. Tus labios a escasos centímetros de los míos. Pienso en aquel beso que se perdió en el aire y que nunca sucedió. Giro sobre mi propio eje y no veo nada. Doy vueltas. Sonrío. Te olvido. Cierro los ojos y todo se ve más claro. Perdí mi tiempo contigo y tiré el reloj al mar. Ahora ya nada importa.

Me duermo en silencio. Y sueño. Sueño que te tengo y sin avisar, te esfumas cada mañana en cuanto abro los ojos. Y te escondes. Solo eres una sombra. Una sombra que rompió mi corazón.
Y cambio las reglas del juego. Ahora eres tú el que pierdes. Y no eres consciente de que esto es real; que has conseguido hacerme desaparecer. Sigo tirando los dados sobre el tablero. Y sale tres veces seguidas dobles. Voy a la cárcel. Miro por la ventana asegurándome de que el sol sigue brillando en el cielo. La vida continúa. Las cosas cambian. El tiempo se consume, y me presiona para que lo aproveche.
Y salgo al turno siguiente vestida de calle. Hace calor y no me acuerdo de cómo he llegado a donde estoy. Ni siquiera sé muy bien hacia donde conducir mis pasos. Pero vaya a donde vaya, tú ya no estarás.
Miro al horizonte. Y el corazón ya no me duele. Y tu imagen se difumina en mi cabeza. Te has ido.
Y en el informe del espía solo queda la descripción del rastro de una lágrima, que empapa la almohada de la celda en la que estuve prisionera cuando aún seguías jugando a mi juego.
Cojo aire y lleno mis pulmones. Lo suelto lentamente y poco a poco me acuerdo de cómo iba eso de respirar. Sonrío. Y espero que estés donde estés tú también seas feliz.





domingo, 14 de abril de 2013

Melancolía

La peonza siguió girando sobre la mesa de madera, y ella no estaba segura de si se encontraba en un sueño o si todo aquello era real.


Pero olvidándose de esto por un momento, y sin saber muy bien quién controlaba sus movimientos, cruzó la estancia  y se quedó quieta a escasos centímetros de su cuerpo. De modo que él no pudiera evadir su mirada, tendiéndole una trampa para que no se moviera y escuchase hasta la última palabra de las que saliera por su boca. Aunque, tal vez, estuviera despierta, y entonces sabía que todas aquellas cosas que tenía pensado decirle le causarían daño. Un dolor tan fuerte como el que él le había provocado hacía no mucho. Y no pudo hacerlo. No quiso hacerlo.
Y se quedó muda....muda e inmóvil frente a su mayor miedo: él.
Y él no entendía nada. O quizás lo entendiera todo, pero no quería darse cuenta de lo frágil que era ella. Tal vez no era consciente de que por dentro, el corazón de la chica con el que había estado jugando era de cristal; y de que, al romperlo, éste había actuado como un arma, desangrándola por dentro lentamente. 
La miró a los ojos  pudiendo ver como ella los cerraba, dejando caer una lágrima que recorría su mejilla y, sintiéndose culpable, acercó su mano para cogerla. 
Pero ella se dio la vuelta rápidamente para evitar notar el calor de sus manos sobre su piel. No quería su compasión. Sólo quería irse, marcharse lejos y no volver a verle nunca. Quería dejar de creer en los cuentos de hadas y en los príncipes azules. Quería dejar de creer en el amor.
 Pero no pudo evitar idealizarle en su momento, y ahora tenía que sufrir las consecuencias. 
Ella se fue con paso firme, haciendo acopio de valor para no darse la vuelta y mirarle a los ojos. Se mordió el labio inferior y reprimió las lágrimas mientras poco a poco, se alejaba de él. La estancia quedó vacía, y mientras tanto, en su interior... todo sabía amargo.













sábado, 13 de abril de 2013

Es tarde

Son las dos y cuarenta de la mañana de un domingo cuando empiezo a escribir estas palabras.  Probablemente el cielo esté oscuro, y la calle desierta. Probablemente las farolas sigan encendidas, reflejando su luz en los cristales de los edificios. No lo sé. La persiana de mi ventana está bajada, y yo debería estar dormida.
Y mentiría si dijese que no tengo sueño pero, en mi cabeza, un sinfín de pensamientos se tropiezan y juntan sin un orden aparente; impidiéndome cerrar los ojos y si más, no abrirlos hasta dentro de unas horas. Simplemente no soy capaz.
Así que, una vez más, aquí estoy... inmersa en mi perdición, cayendo de nuevo en mi mayor vicio: la escritura.
¿Sabes lo que me gustaría hacer ahora mismo?  Salir a la terraza, encender un cigarro y fumar. Sin que me viera nadie, mirando al cielo, y de vez en cuando observando como el cigarro se consume entre mis dedos, mientras se convierte en una mezcla de cenizas y humo. No sé muy bien por qué. Pero me apetece.
Quiero soltar despacio el humo por mi boca después de cada calada, y sentir un leve cosquilleo en los labios.
Vaya idea más estúpida. Antes de nada, querido lector, porque no fumo. Pero me mola cuando la gente lo hace. Quiero decir, la sensación de sostener un cigarro y mirar al horizonte, dar una calada, echar el humo y permanecer en silencio mientras tu cuerpo se relaja... tiene que ser algo indescriptible. Tal vez se sienta libertad. Aunque, claro, sólo es una mera suposición.
De todos modos, me apetece sentirme libre, tal vez para dejar por unos instantes la mente en blanco. Y así, quizás pueda olvidar mi actual estado de insomnio y simplemente me bastase cerrar los ojos para quedarme profundamente dormida.









viernes, 12 de abril de 2013

Atrapada en su propia dimensión....

 ...sentía mariposas en el estómago y vestía una sonrisa de esas casi imposibles de borrar de los labios. Enamoradiza por defecto, Amy rompía sus reglas cada vez que le miraba. No podía evitarlo. Tampoco quería.
El infinito le parecía alcanzable cuando él se acercaba y hablaban; y no había nada, absolutamente nada aparte de sus ojos castaños que la hicieran sentir tan frágil. A su lado, Amy sentía que en cualquier momento podía echarse a volar.
Nunca le besó. Pero no hubo un sólo instante en el que no deseara probar el sabor de sus labios.
Nunca le abrazó. Pero no podía dejar de pensar en como le estremecería sentir el calor de su mano rodeando su cintura.
Nunca... nunca pasó nada porque, en cierto modo, él no existía.


 Y es que todo era una ilusión, fruto de su desmesurada imaginación, como todo: una mentira. Se engañaba a sí misma porque necesitaba un héroe que la convirtiese en princesa, alguien que se plantase delante suyo y le dijese que la quería.
Pero lejos, lejos de su mente y de la ficción... lejos, en el mundo real, las cosas eran diferentes. Y tampoco se estaba tan mal. La soledad no dolía. O tal vez fuera que Amy se había acostumbrado a ella, y eso la hacía mostrarse indiferente ante la falta de compañía.
Y daba igual que no existiera el hombre perfecto, porque de todas formas, nadie lo es. Sin embargo, Amy siempre quiso ser perfecta, aunque sólo fuera a los ojos de aquel que fuese tan valiente como para ser capaz de quererla. Y en lo más profundo de su corazón, allí donde nadie había logrado ver, se escondía el deseo de encontrarle, aunque eso le llevase el resto de su vida.
Pero, hasta entonces, tenía todo el tiempo del mundo para ser feliz.



jueves, 11 de abril de 2013

Caramelos de menta para entrar en razón

La conversación se perdió en la tarde, se difuminó por el viento, pero aquella frase se grabó en mi mente palabra por palabra. La Vida.... ¿que era La Vida? Tal vez un sueño, o el sueño de un sueño... pero esa era una conclusión demasiado utópica para alguien tan realista como lo era él. - "La Vida es aquello que nos limitamos a vivir." Lo dijo convencido, sin pensar, como si fuese un hecho. Y no era consciente del eco que esas nueve palabras habían empezado a producir en el interior de mi cabeza... pero sin duda fue esa la definición que más se aproximó a la realidad. Me quedé pensando por un momento. Y es que, realmente, no es La Vida lo que me preocupa; sino los dueños de la misma. Quiero decir, se nos ha dejado divagar por el mundo: libres, sin límites.... Se nos ha dado una serie determinada de latidos, que, en mi opinión, desperdiciamos cada vez que no hacemos caso de lo que nos dicta el corazón. Se nos ha dejado en mitad de ninguna parte, para que no tengamos miedo de ir a donde queramos. Y, sin embargo, siendo dueños de cada huella que dejamos dibujada en el asfalto, no somos conscientes de que según andamos estamos escribiendo nuestro futuro. Y da miedo pensar que es así, que somos responsables de lo que llegaremos a ser algún día... pero, sinceramente, no hay nada más cierto. Y a veces, tan sólo nos limitamos a vivir. Andamos sin conducir nuestros pasos a ninguna parte... inconsecuentes con nosotros mismos y carentes de sentido. Esas veces en las que cometemos locuras sin pensar en las consecuencias y nos lanzamos al vacío, sabiendo que no tenemos un paracaídas de emergencia y que, si se estropea el que llevamos a la espalda, no hay vuelta atrás. Y sé que estamos en la edad de vendarnos los ojos y lanzarnos a lo desconocido, no lo niego. Al fin y al cabo, la vida es una aventura y no podemos dejar que el miedo nos impida ir un poco más allá y perder los estribos, aunque tan solo sea para el recuerdo. Pero yo tengo miedo de no saber recuperar las riendas. Tengo miedo de cometer un error y no poder volver atrás. Porque el tiempo es irreversible, y yo un tanto previsora, y aunque no me guste, siempre miro hacia el futuro antes de tomar una decisión. Tal vez ese sea mi fallo. Tal vez sea eso lo que me aleja en cierto modo de lo que realmente quiero. Aunque, siendo sinceros, no sé qué quiero realmente. Pero volviendo al tema de La Vida, y a aquella conversación, llegué a la conclusión de que lo importante no es el hecho de vivir en sí, sino de ser felices haciendo lo que realmente nos llena. Quiero decir, no es que no lo pensase ya; pero me hizo recordarlo. Y es que aquella tarde oí que La Vida es como un caramelo de menta: al principio puede resultar amarga, y puede que haya veces que no nos guste del todo, pero eso solo es un paso para poder llegar al final... y es que al final, la vida siempre te deja buen sabor. Y la verdad es que aunque nunca me lo había planteado de esa manera, creo que es la metáfora perfecta.

PD: siento el delirio, pero es de noche y llueve... y no he podido resistir la tentación de pasear mis dedos por el teclado una vez más antes de irme a dormir.
                                                                                 Siempre tuya: la escritora
















sábado, 6 de abril de 2013

Let me go

No dejo que el aire me acaricie la piel bajo mi cazadora mientras este dulce abril me saluda, enredando los brazos del viento entre mi pelo. Camino calle abajo sin dirección, con la mente en blanco, sola. Pienso en ti.
No recuerdo cuando fue la última vez que me dejé llevar, guiando mis pasos por calles al azar... puede que esta sea la primera vez.
Y de repente me encuentro sentada en el banco de un parque. Estoy lejos de casa, lo sé. Pero no podría decir dónde exactamente. Miro a mi alrededor: una pareja pasa delante de mi, corriendo uno al lado del otro. De vez en cuando se miran y se ríen. Pienso en ti.
 Detrás de ellos, hay un perro blanco. Se parece a Milú. Está a punto de alcanzarles cuando alguien suelta un silbido. Ambos giramos la cabeza, aunque es obvio que al que llaman es al perro. Su dueña lo acaricia con ternura, le pone la correa y se alejan.
En el banco de enfrente, hay un anciano con un niño al lado. Creo que me llevan observando un rato, pero no estoy segura. Les miro, ellos no apartan la vista. Me doy la vuelta, decidiendo dejarles ganar la batalla de miradas, y me doy cuenta de que en ningún momento, habían reparado en mi.
A mis espaldas, Madrid respira tranquila, y desde aquí arriba, parece dormida. El cielo es gris azulado y dentro de unas horas, o quizás menos; se pondrá a llover. Y, de nuevo, no puedo evitar pensar en ti.
Apoyo la barbilla sobre mis brazos cruzados... y la observo. Veo el humo de las chimeneas elevarse y convertirse en nubes. Miro más allá, entre sus callejones; y también detengo mi mirada en el color apagado de sus tejados por la falta de luz. Escucho el ruido de los cláxones de los coches impacientes que llegan tarde a su destino. Oigo el metro pasando por debajo de ellos, ajeno a lo que está pasando encima suyo mientras la gente sale y entra en ese mundo subterráneo. Juego a adivinar que estarán pensando el anciano y el niño.
-"En primavera Madrid está preciosa", " Fíjate que pequeña parece desde aqui"- dice el primero.
Les miro y sonrío, luego vuelvo a dedicarle mi atención al paisaje que yace bajo mi mirada. " No les hagas caso," le susurro, "tú estás bonita en cualquier estación del año."
Cierro los ojos, y desaparece Madrid. Y desapareces tú. Y por unos instantes, ni siquiera yo existo. Pero al abrirlos de nuevo, has desaparecido. Sonrío. Siempre haces lo mismo. Te vas y vuelves, como en un truco de magia, sin dejar rastro. Te olvido y regresas para recordarme que te quiero, para confundir mis sentimientos, para acelerar mis latidos.... pero esta vez estoy decidida a no dejarte entrar de nuevo en mi mente. Ya ha dolido suficiente una vez, y no sería capaz de soportarlo de nuevo. Respiro despacio, y te digo adiós mientras observo Madrid en silencio.
Y, de repente, me siento mejor.