viernes, 14 de marzo de 2014

El eco de tus palabras

Lo dijo sin pensar, como quien canta una canción con los ojos cerrados porque se sabe la letra de memoria. Sin embargo, yo no conocía esa canción. Tal vez por eso la letra me chocó al instante, y empecé a escuchar el eco de sus palabras recorriendo mi mente.
"Las grandes esencias se guardan en tarros pequeños".
Sonreí. Fue algo inconsciente, espontáneo y fugaz.  Respiré profundamente y solté el aire en un suspiro. Miré a la noche a los ojos y me enamoré de ese instante.
Abrí la ventanilla del coche dejando que el viento jugara con mi pelo, dejando que la tenue luz de la luna enfocara la escena y la dotara de magia. Saqué el brazo fuera del coche y empecé a hacer ondas con la mano, notando como el aire se colaba entre mis dedos.
Íbamos a Atocha, esa estación tan bonita de Madrid.
Era una de esas típicas noches de otoño...

viejos escritos que me inspiraste

-No te gires. Espera. No estoy lista.- Y no te mueves. Y esperas.
Te tapo los ojos con mis manos por detrás. No digo nada. Tú guardas silencio. Tus manos atrapan con rapidez mi cintura y me acercas a ti. Yo aparto las manos de tu cara y te abrazo.
Y me quedaría así para siempre jamás, dormida de pie y drogada por tu olor. Pero despierto, vuelvo al mundo real y te conviertes en humo. Y los brazos que me abrazan son los míos. Cuándo aprenderé a decir las cosas en voz alta, a dejar de contradecirme, a vivir... y siento que tengas que pasar tú también por esto. Indecisión o tal vez falta de coraje, o miedo de aceptar el peso de tomar una estúpida decisión. Cuántas vidas atrás debí conocerte, y en qué circunstancias para que ahora no haya nada más que cobre el mínimo sentido. No lo sé. No sé nada. Susurra, habla bajito y di que tú también estás asustado, que no es una tontería, que no estoy paranoica. Escóndeme del mundo, y guárdame en las sombras, donde nadie pueda juzgarnos, porque no nos conocen. Quiéreme. Aunque ya lo hagas, con más fuerza, con tanta que levantemos el mundo.


domingo, 2 de marzo de 2014

Mi coche amarillo

Hoy no. Ni ayer. Ni mañana. Ni nunca. No quiero recordarte como un lunes por la mañana a primera hora o como un comer entre horas de una tarde de domingo para matar el tiempo. No quiero encerrarte en un momento concreto porque nunca has sido nada que yo fuera capaz de describir con un número exacto de palabras. No lo eres.
Debimos conocernos antes, mucho antes de nacer, mientras nuestras almas vagaban por la bóveda celeste en una de las teorías de Platón.  Debimos habernos conocido en otra vida, antes de que el mundo comenzase o de que estallase el Big Bang.
Si no no puedo explicarlo. Sigo sin saber cómo. Tampoco se por qué. Solo se que es, y es increíble. ¿casualidad? ¿destino? Sinceramente qué más da. Deja de darle vueltas a algo que ha pasado. Que está pasando. Sube al coche y perdámonos lejos, muy lejos de aquí. Y que todos se golpeen al pasar.