Marina amaba leer, le fascinaba la inmensidad que se esconde tras las tapas de una novela: el hecho de crear una obra, de creer en una idea, de llegar a tocar un corazón en la distancia... había tantas cosas que le resultaba imposible enumerarlas todas.
Hay que decir que a Marina le brillaban los ojos con cualquier cosa. Se emocionaba con facilidad, tal vez porque era demasiado empática y el mundo le parecía un universo de pequeños detalles milimétricamente calculados que escapaban a su entendimiento.