domingo, 30 de octubre de 2016

Inacarminado.

Pensaba completar uno de esos escritos que siempre se quedan con la palabra en la punta de la lengua, con la miel en los labios. Finalizar un proyecto no financiado, dinamitar los restos (que no terminé de construir en su día) de un edificio de tinta inconclusa.
Pero no. No es este el caso en el que consumo otro universo que detuvo su expansión por orden del atasco del impulso causal. Ni siquiera se acerca a nada que haya intentado generar previamente. Tan solo es un vago deambular por las promesas del lenguaje, por esas damas de formas curvas y picudas, espaciadas señoras distinguidas y desafiantes (que por sí solas son insuficientes, subalternas) pero son capaces de todo cuando se unen con decoro para defender, luchar, o simplemente dejarse admirar en el esplendor de su arrebatadora estética.
Las palabras son mujeres. Féminas desnudas que unen sus manos, que se estrechan y se combinan y estallan en la mente de otras hembras y hombres.
A veces se dejan moldear como si fueran barro húmedo en la palma del alfarero. Otras se resisten porque ya no queda agua... entonces se revelan y se estiran y su rigidez es áspera e irritante, de regusto agrio y repugnante, de un olor incómodo y enfermizo; de un tacto esquivo, burdo, enojoso. Cuando no colaboran, cuando huyen de la mente... se hacen independientes y corrosivas, ajenas, libres, solitarias, taciturnas.
Las palabras no pueden desenamorarse de ellas mismas: si rompieran el apremiante  vínculo que las ata, si se atrevieran a escapar a su inapelable destino (que no es otro que el de ser, existir, estar, vivir, conservarse...) morirían agónicas, silenciosas y vacías.
"Inacarminado", el rótulo escarlata que de entre ellas todavía no se ha registrado, que acaba de nacer hace apenas unos párrafos. Sin embargo, sin esa nueva incorporación todo esto no estaría tomando forma, por lo que esa aberrante conjunción de <<inacabado, carmín y terminado>> se tendrá en consideración por todas aquellas que viven, conviven y comparten en este espacio.




"El tiempo y el espacio se miden en una aglomeración de letras de color carmín"






miércoles, 12 de octubre de 2016

Cóseme porque me he roto, nos he roto.

Estuvimos más tiempo desnudos que vestidos. Desnudábamos nuestras almas.
Nos quitábamos la ropa de nuestros proyectos, y doblábamos las conversaciones que teníamos durante el día antes de acostarnos muy cerca. Si hacía frío entre los dos; nos dejábamos una chaqueta puesta y entonces ya no era lo mismo mirar el cuerpo del otro. Sabíamos lo que había debajo porque de tantas veladas piel contra piel conocíamos a la perfección cada arruga, lunar, o surco de nuestros cuerpos... Pero se notaban aquellas ocasiones porque también vestíamos nuestras caras y pretendíamos ignorar lo que nos distanciaba.
Distancia. Era física, mental, y de todos los tipos que se puedan imaginar. Era y sigue siendo el enemigo que más problemas nos ha causado, el que más daño nos hace, y no tiene forma y resulta complicado luchar contra todas sus facetas cuando se han acabado las armas que otras veces funcionaron para derrotarla.
Hoy ha llovido y te vuelvo a imaginar desnudo, tu alma frente a la mía, en silencio y al mismo tiempo diciendo todo lo que necesitamos oír.
Ojalá pudiera tejer mis deseos con algún tipo de hilo mágico que hiciera que se convirtiesen en realidad. Ojalá pudiera tejerte entre mis sábanas y dormir abrazada a ti.