jueves, 15 de diciembre de 2016

Vómito

Estrés y tentaciones de dormir hasta que se acaben estas dos semanas. Pero no, la tensión de última hora no se va, y no se irá hasta que venga ella desde la otra punta del globo terráqueo. Incluso cuando ella llegue todavía faltarán 24 horas de preocupación y cuando parezca que todo ha acabado seguirá esa sensación unas horas más. Siempre sucede que tras la guerra los soldados siguen en estado de alerta, porque los finales de este tipo no se cierran tan rápido como un libro.
Hablando todos los días de estilos de aprendizaje, de estilos cognitivos, de  aprendizaje significativo... para luego vomitarlo todo en el mismo folio que te llevan entregando desde que tenías seis años: completa, tacha, marca la opción correcta, verdadero o falso, respuesta corta, respuesta de desarrollar...
¿Hay alguna forma de ser un poco más incoherentes entre contenido y forma de evaluarlo?


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sábado, 10 de diciembre de 2016

separa, se para el tiempo.

Se oían platos rotos después de romperse
Se oían gritos, como aullidos, después de gritarse
Se escuchaban parpadeos culpables en cada mirada
Se iban difuminando sus siluetas con cada trazo que daba.

El pintor guarda silencio. Le llega la hora al panadero:

Amasa con sus robustas manos los panecillos
Se vuelve loco inhalando la harina recién horneada
Le da formas fantásticas y fantasiosas (que surgen de la nada)
Que surgen de sus robustas manos que amasan.

El panadero vuelve a casa. Le llega la hora al juguetero:

Despierta a las campanillas del puesto verde de la esquina de al lado.
El juguetero aguarda a los niños, y a sus tierna risas .
Y, sin prisa, prepara los tarros donde cada día guarda
la inocencia de los infantes que se pierden en su tienda.

El juguetero sale a mirar las estrellas. Le llega la hora al funambulista:

Soporta el peso de la cuerda bajo sus pies,
mientras se concentra en olvidar ... que hay una opción de caer al vacío.
Se repite a sí mismo que no hay público esta noche que, 
bajo la anodina carpa de Circo sólo cabe él. 

Describe curvas en la arena. Le llega el turno a la muerte.

Ella es minúscula, no tiene nombre propio,
Tal vez ese sea el misterio, y no el hecho de que le falte rostro.
Siempre nace, en pequeñas cosas de todos los días.
Siempre muere, como en este folio, es el punto tras el que no queda absolutamente nada. 


La muerte se aleja de la escritora y de la escritura. Le llega el turno al lector.

jueves, 24 de noviembre de 2016

No me imites

No me pises los pasos ni me beses los besos.
No me hables de pasado, no recuerdes mis recuerdos.
No repitas mis palabras, no te hundas en mis huecos.
No te ahogues en mis ojos... no me imites.

No pierdas la cabeza, no rebusques en mi mente.
No quieras destapar lo que guardo bajo llave.
No dibujes más sonrisas donde tendría que haber silencio.
No hagas nada que yo haría... no me imites.

No pienses si tiene sentido, no releas estos versos.
No busques formas entre las nubes, no te sientas pequeño.
No te despiertes temblando, a causa de un mal sueño.
No pases los días raros... no me imites.

No hagas galletas con esencia de vainilla, no pienses en los demás ni en lo de más allá, no salgas a la lluvia sin paraguas, no escribas lo que piensas, no digas en voz alta que quieres hacer, no seas curioso ni leas libros, ni juegues ni cantes.

No me imites porque si lo haces,
Me perderé en mi nombre
sin voz, sin música.
Entre ruinas.


domingo, 30 de octubre de 2016

Inacarminado.

Pensaba completar uno de esos escritos que siempre se quedan con la palabra en la punta de la lengua, con la miel en los labios. Finalizar un proyecto no financiado, dinamitar los restos (que no terminé de construir en su día) de un edificio de tinta inconclusa.
Pero no. No es este el caso en el que consumo otro universo que detuvo su expansión por orden del atasco del impulso causal. Ni siquiera se acerca a nada que haya intentado generar previamente. Tan solo es un vago deambular por las promesas del lenguaje, por esas damas de formas curvas y picudas, espaciadas señoras distinguidas y desafiantes (que por sí solas son insuficientes, subalternas) pero son capaces de todo cuando se unen con decoro para defender, luchar, o simplemente dejarse admirar en el esplendor de su arrebatadora estética.
Las palabras son mujeres. Féminas desnudas que unen sus manos, que se estrechan y se combinan y estallan en la mente de otras hembras y hombres.
A veces se dejan moldear como si fueran barro húmedo en la palma del alfarero. Otras se resisten porque ya no queda agua... entonces se revelan y se estiran y su rigidez es áspera e irritante, de regusto agrio y repugnante, de un olor incómodo y enfermizo; de un tacto esquivo, burdo, enojoso. Cuando no colaboran, cuando huyen de la mente... se hacen independientes y corrosivas, ajenas, libres, solitarias, taciturnas.
Las palabras no pueden desenamorarse de ellas mismas: si rompieran el apremiante  vínculo que las ata, si se atrevieran a escapar a su inapelable destino (que no es otro que el de ser, existir, estar, vivir, conservarse...) morirían agónicas, silenciosas y vacías.
"Inacarminado", el rótulo escarlata que de entre ellas todavía no se ha registrado, que acaba de nacer hace apenas unos párrafos. Sin embargo, sin esa nueva incorporación todo esto no estaría tomando forma, por lo que esa aberrante conjunción de <<inacabado, carmín y terminado>> se tendrá en consideración por todas aquellas que viven, conviven y comparten en este espacio.




"El tiempo y el espacio se miden en una aglomeración de letras de color carmín"






miércoles, 12 de octubre de 2016

Cóseme porque me he roto, nos he roto.

Estuvimos más tiempo desnudos que vestidos. Desnudábamos nuestras almas.
Nos quitábamos la ropa de nuestros proyectos, y doblábamos las conversaciones que teníamos durante el día antes de acostarnos muy cerca. Si hacía frío entre los dos; nos dejábamos una chaqueta puesta y entonces ya no era lo mismo mirar el cuerpo del otro. Sabíamos lo que había debajo porque de tantas veladas piel contra piel conocíamos a la perfección cada arruga, lunar, o surco de nuestros cuerpos... Pero se notaban aquellas ocasiones porque también vestíamos nuestras caras y pretendíamos ignorar lo que nos distanciaba.
Distancia. Era física, mental, y de todos los tipos que se puedan imaginar. Era y sigue siendo el enemigo que más problemas nos ha causado, el que más daño nos hace, y no tiene forma y resulta complicado luchar contra todas sus facetas cuando se han acabado las armas que otras veces funcionaron para derrotarla.
Hoy ha llovido y te vuelvo a imaginar desnudo, tu alma frente a la mía, en silencio y al mismo tiempo diciendo todo lo que necesitamos oír.
Ojalá pudiera tejer mis deseos con algún tipo de hilo mágico que hiciera que se convirtiesen en realidad. Ojalá pudiera tejerte entre mis sábanas y dormir abrazada a ti.



jueves, 1 de septiembre de 2016

Supervivientes del polvo

- Me palpita la cabeza. Tengo un pitido agudo en el oído. Y todo se queda quieto, lo sé aunque esté oscuro. Se ha parado el aire en la habitación, y con él las partículas de polvo controladas por ese pálpito y pitido.
* ¿Orquestadas? ¿Partículas de polvo orquestadas?
-Orquestadas. Se ha parado todo y no quiero que se mueva.
*¿Y es bonito o angustiante?
-Me gusta parado, necesito que se pare. Quedarme contemplándolo, la belleza del silencio.
*Orquesta en parado, eres una genia.
- Un silencio tan externo como interno.
*Sigue.
- Un silencio laargo y tranquilo, como los compases no escritos que preceden a una obra maestra.
*Suena a que me gustaría disfrutarlo contigo, es una visión muy bonita: "las partículas brillan blancas en la noche de la habitación como si fueran estrellas, algunas formando pequeñas agrupaciones y otras están más separadas y solas".
- Esas son las que pitan y palpitan, suplican que nadie las moleste pero son ellas las que sobran en la composición.
*¿Son de algún color?
-Naranjas pastel.
*De zanahoria?
- No lo sé. Me miran y rezan para que las sople y ya no formen parte de nada, ni siquiera del polvo. Quieren caer al suelo como polvo de estrellas y yacer inertes para el resto del tiempo.
*Tendrás que barrerlas.
-Sí, pero ellas no lo saben, las barreré pensando en la importancia de su existencia.
*Como un sepulturero.
-Con amor. También barreré eso.
*¿El amor?
-El poco que queda dentro de mi.
*Eso es como si el yeti pierde un pelo.
-deja de ser el yeti, ya no sabe quién es, es un tonto sin nombre. Y sin pelo.
*Si perdiera todos si, pero uno no. Como los perros sin pelo que parecen ratas. Aún así, aunque el yeti se rapase, le crecería rápido el pelo. Tiene que sobrevivir como yeti, es lo que le hace ser yeti.
-Sobrevivir?? Eso no es vivir, y si no vives sino que sobrevives es como estar muerto.
*Si seguimos vivos es por ser supervivientes de algo.


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domingo, 28 de agosto de 2016

Vejez

El viejo que se sienta siempre en el mismo banco del parque sabe de la vida. Y es por eso que se queda en silencio, observando como los adolescentes cometen los mismos errores que cometió él en el pasado. Y se ríe. Nunca aprenderán. Pasarán los años, y las canas cubrirán su pelo como el paso del tiempo lo hizo con él. Volarán de vuelta los pájaros buscando el calor del verano, y escaparán de lugares fríos atestados de mentiras y miedo.
El viejo que se sienta siempre en el mismo banco del parque no sabe en qué día vive. No recuerda que está a punto de pasar la frontera de los noventa a no ser que se mire a un espejo. Para él es un constante jueves, un alto en el camino sin necesidad de tomar decisiones, sólo observar. Observar en silencio. 
El sol recoge sus rayos, y el anciano su bastón y sus años estallan en un crujir de huesos. La rodilla, la dichosa rodilla que ya no tiene ligamentos sino alguna especie de tejido sintético que cumple ahora esa función; suena tan fiel como las campanas de la Iglesia los domingos. La banda sonora de su paso por el mundo se torna invisible a la sordera que le acompaña desde hace ya bastantes meses, pero es consciente de que las cosas ya no son lo que eran. Y en parte eso le ayuda a no perder el norte hasta que llega a casa, reconocerse a sí mismo en un cuerpo que le pertenece y no le ha fallado hasta ahora, aunque para él su rodilla y sus oídos tan sólo necesitan una pequeña reparación, pero siguen estando ahí, por él. 
Hoy, un poco más que ayer, ha estado dándole vueltas a la muerte del tiempo, de las cosas que hacemos nuestras pero no nos pertenecen, de esas cosas que etiquetamos como pequeñas parcelas de propiedad intransferible. Y hoy, un poco más que ayer, ha aceptado esa muerte, esas pequeñas muertes que se tornarán en vidas en el momento en el que él (y sólo él) consiga decirles un sincero "Adiós, ha sido un placer". 




martes, 16 de agosto de 2016

Ejercicio de reflexión

Ansío más lo lejano, lo que no está al alcance de mi mano, lo que ni siquiera mi corazón puede llegar a comprender.
Anhelo un sentimiento, o para ser más concretos un estado, añoro la seguridad de lo estable.
No lo hago respondiendo a ningún recuerdo, sino acudiendo, implorando el cumplimiento de un deseo, uno que arde con fuerza en mi interior.
Sabiduría, templanza, empatía, presencia. Son tan sólo vapor en mis labios que toman forma pero nunca cuerpo, por más que me esfuerzo en moldear este humo a golpe de acción.
Quisiera hacer un ejercicio de reflexión, de introspección, un viaje al subconsciente más profundo. Quisiera meterme dentro de la ola antes de que rompa, jugando con el momento exacto y observando en el reflejo del sol a través del agua el grado de riesgo que alcanzo al querer sumergirme tan adentro de mí misma.
Lo sé, sé que son fases, me conozco bien, aunque me cueste describirlo. Yo lo entiendo, a pesar de que los demás me miren raro y me den consejos de esos que me hacen sentir como si fuera una niña pequeña y dependiente de la experiencia del mundo adulto. Yo también tengo ese mundo, también vivo en ese mundo, no tengo cinco años y una sonrisa constante en el rostro. Todos tenemos debilidades, aunque quejarse de ellas no es el camino más directo a la felicidad. Ni siquiera es un camino que quiera tomar.
Cuesta, sí, sobre todo porque nos rodean las quejas de los demás, y si ellos lo hacen, ¿por qué nosotros no podemos expresar nuestro descontento con el mundo? No es que crea que sea malo argumentar y luchar contra las injusticias, es que considero que muchas veces nos miramos demasiado el ombligo y nos impedimos descubrir todo el bien que podríamos hacer si mirásemos un poco más allá, en los demás, en las necesidades de los demás, en lo que nos rodea.




lunes, 15 de agosto de 2016

Playa

Sur, olas, sal y una ondeante bandera roja que no me impide mirar de frente al mar y dejar que el agua impregne mi piel con su fuerza. Las mañanas se aprovechan para jugar con la arena, buscar caracolas y tomar el Sol. Es tiempo de celebrar comidas veraniegas y llenar todas las sillas del comedor con risas y familia, siempre con la música de fondo del ventilador.
A esto le siguen largas partidas de parchís y (cómo no) de cartas, en las que a todos nos toca perder o ganar alguna que otra vez mientras mordemos el último trocito de chocolate con almendras que recubre el exquisito helado de vainilla que está a punto de derretirse en nuestras manos.
El Sol sigue brillando fuera y nos exige volver a la playa, y no obtiene resistencia por nuestra parte. Volvemos a extender nuestras toallas y a coger las olas que crecen considerablemente antes de romper contra la orilla. Volvemos a leer en alto algún libro y a cantar canciones con el ukulele, a pasarlo bien.
Después a la ducha, que se encargará de barrer la sal que no ha conseguido quitar el aire; y acto seguido a cenar, tal vez en la misma playa un bocadillo de tortilla de patata y trocitos de melón.
La noche brilla y canta, los puestos del paseo marítimo llenan de vida la oscuridad y de la luz se encargan las atracciones junto a la playa. Los coches de choque se aprenden nuestras caras, aunque no tan bien como la chica que vende algodón de azúcar (sabor tropical) o el entrañable señor de los granizados.
La vuelta a casa es un repaso mental del día  mientras paseamos nuestros pies descalzos por la orilla, y ahí acaba todo. O no, tal vez cada día fue diferente, así como cada noche. Como esa vez que nos quedamos viendo las perseidas o la vez que viajamos a aquella cala tan bonita.
Podría detenerme en detalles, anécdotas y mil cosas más, pero no creo que haya espacio suficiente para describir lo increíble que han sido y lo que han significado para mi estos cinco días.
En resumen Gracias por todo ;)


domingo, 31 de julio de 2016

Noctámbula

No parece Madrid, la luna es una tarta partida justo por la mitad y las farolas se han apagado tentando a la noche (que asoma tímidas estrellas desde mi terraza) a mirarme a los ojos.
Se escuchan grillos, conversaciones del bar de la esquina y de vez en cuando el motor de un coche que atenúa su estruendo según se aleja.
Calma. Incluso el verano ha reservado la brisa que contrasta los más de 30ºC del mediodía.
Perfección, una dosis de pensamientos acerca del amor, los grillos se ríen.
Compuse la melodía hace meses, la letra vino a mi esta misma tarde y suenan acordes robados de una guitarra azul.
Las palabras nacen en mi pecho y se alejan quiero pensar que con el viento para no ser escuchadas por quien las inspira. Si es que todavía se corresponde con la realidad.
Dos luces en el edificio de enfrente, una estatua que custodia la calle, el reloj de la torre, una chimenea. Confidentes de esta noctámbula a la que no parece que Morfeo quiera venir a rescatar. Deleite de una noche de verano. Soledad, pero qué bien sienta.


miércoles, 13 de julio de 2016

Los días

Pasan como peatones cruzando un paso de cebra, abandonan su acera y dejan de ser.
Los días se suceden como una serie macabra que no alcanza nunca su fin, de modo que nunca vuelven a ser triángulos, ni círculos, ni hexágonos.
El niño de primaria se siente perdido no sabiendo cómo ordenarlos ahora que ha tomado conciencia de que, aunque año tras año tengan el mismo nombre, nunca serán los mismos.
Los días cambian de forma y de olor y de sabor.
Los labios hablan, enmudecen, se persiguen y se encuentran, se funden. Las bocas  se vacían de humo, se llenan de agua, estallan en carcajadas y se cierran. Dejan trabajar a los ojos. Las miradas se rehuyen pero nunca se separan, encriptan mensajes ocultos con códigos que sólo poseen unos pocos.
Son sólo un grupo de personas y un animal en un salón coleccionando el momento, atrapándolo en sus mentes, acariciándolo con los dedos.
Es otro día que pasa de largo con sus leyes, papeles que caen de una ventana y dos pequeñas manchas en la cama.
Son manzanas que caen del árbol en el que Newton observaba las nubes, y un simple golpe que te despierta y te dice que quedan horas para que hoy acabe y con él el paso de otro día.

"El niño de primaria se siente perdido no sabiendo cómo ordenarlos..."

Un aperitivo mutante


-Un tonto de verano, por favor.
Me mira extrañado, sonrío.
- ¿Va a venir alguien más?
- No. 
Vuelve haciendo malabares con el tinto y una pequeña bandeja de aceitunas y patatas.
-"El tonto, un aperitivo y te invito a un tinto".
Se sienta. Vuelvo a sonreír. Él coge una patata y sin dejar de mirarme se la come. 
- No trabajas aquí.- Afirmo.
- No.
-¿Trabajas?
- En un experimento.
-¿Funciona? 
- No lo sé. Todavía estoy en la primera fase.
-¿Puedes contarme en qué consiste tu proyecto o es alto secreto?
-Va contra las normas.
- Entiendo.
Seguimos hablando por largo rato, sin preguntar el nombre del otro. Hablamos de filosofía, del amor, de la amistad, la familia, los grandes temas, esos que son profundos como el océano, tienen turbulencias y provocan tsunamis en las almas de las personas. 
-Me voy.
-Está bien, ha sido un placer conocerte... yo invito. 
-Gracias pero no puedo aceptarlo, después de todo tú has tomado la iniciativa y me has traído a la mesa un "tonto" de verano muy refrescante. También para mi ha sido un placer.
- Tal vez nos veamos algún día.
-Tal vez.- Sonrío automáticamente dando a entender que las probabilidades de que eso ocurra son mínimas aunque tal vez el destino nos tenga preparado otro encuentro.
Y el aperitivo, que tenía pinta de ser unos minutos a solas con un par de hielos y unas aceitunas... muta, se transforma, y acaba siendo una agradable charla con un desconocido. 




viernes, 8 de julio de 2016

¿En quién piensan los escritores de música cuando la componen?


Esas mañanas que te despiertas con una frase en la cabeza y ganas de tomar fruta en vez de café o galletas o cualquier otra cosa. Esas mañanas en las que te apetece música sin importar de donde provenga, pero que suene una guitarra de fondo y la batería marcando el ritmo.
¿En quién piensan los escritores de música cuando la componen? 
Pensarán en sí mismos, en sus experiencias, sus deseos... o tal vez no. 
No lo sé, pero esta mañana me apetece escucharlos a todos, en todos los idiomas y de todas las épocas. El amor hacia la música es algo bastante más difícil de romper. 





martes, 5 de julio de 2016

Kilómetros de noche

El mundo es tan grande cuando estás en la carretera...
Ningún coche delante, ninguna luz detrás. La bóveda infinita y oscura custodiando tus 140 km por hora. Las ventanillas entreabiertas y el olor de la tierra mojada atravesándote la tráquea y acostándose en tus pulmones. Entonces miras al cielo y te parecen estáticas. Las estrellas. Parece estático su brillo y su calor y su tamaño. Inmóvil la distancia que te separa de ellas.



Y te das cuenta de que en esa grandeza cabe todo lo impensable: caben guerras civiles y mundiales, cabe amor y la profundidad que implica querer a alguien, caben mentiras, caricias, robos y besos y besos robados, desgracias, accidentes, cabes tú mismo.
Cabe tu fe y tu incredulidad, cabe la música.


Caben las películas y el arte y el alcohol y las drogas, las religiones, el sexo, el silencio y el pensamiento. Psicópatas, locos, lunares y lunáticos, animales y oxígeno. 
Y podrías seguir enumerando cosas, excesos y faltas hasta agotar toda la tinta del mundo y todas las superficies y sólo habrías empezado a descubrir la silueta de una milésima parte del mundo. 
Pero aquí, en la carretera, como si las ruedas fueran sigilosos duendes que no quisieran despertar todavía al Sol, volamos sobre el asfalto y la tormenta nos esquiva desde la diestra de Dios. 




jueves, 30 de junio de 2016

Quema.

La ambulancia pasó justo a mi lado y no me di la vuelta. Daba igual si seguías mirando, alcé mi mano y la furgoneta amarilla abrió sus puertas. Caí al suelo. Al instante dos hombres bajaron una camilla y me subieron en ella con la fuerza de sus brazos. Mis ojos estaban abiertos, perdidos mucho más allá del punto fijo que custodiaban sin esfuerzo.
El semáforo se puso en verde y desaparecí por la calle contigua. Desaparecí de tu espalda, de tu no presencia y de tu más atenta mirada.
Cualquier opción que baraje mi cerebro es mejor que la realidad. Es una máxima que siempre se cumple. Por eso imagino que estoy en esa ambulancia, perdiéndome, empezando de cero, nuevo rostro, nuevo cuerpo, pero mismo nombre. También mismos recuerdos solo míos y nadie es capaz de reconocerme. Incluso el fuego de esa hoguera en una noche de San Juan.

lunes, 13 de junio de 2016

martes, 7 de junio de 2016

De una a otra Lady

Querida Madrid:
Guárdame un secreto. Y que quede entre nosotras para siempre. Un día, no quise venir a verte. No quise porque sabía que tendría que quedarme durante un tiempo. Y tú no me garantizabas nada. En cierto modo estaba asustada.
Te odié. Te odié antes de venir y al principio. Te odié mucho. Pero había algo que tú me proporcionabas, algo que nadie antes me había dado: Anonimato. Poder caminar en silencio sin la obligación moral de saludar a nadie, simplemente andar sin rumbo y sola.
Y aun así seguía creyendo que iba a ser un infierno. Pero supongo que es normal, porque las inseguridades causan rechazo y tú estabas repleta de incógnitas hasta el último rincón. Y créeme... Todavía lo estás. Pero ahora es diferente. Ahora la intriga equivale a misterio y desde pequeña siempre quise ser espía.
 Ahora ya nos conocemos mejor. Y nos permitimos la licencia de guardar cosas para nosotras. Cosas que la otra desconozca. Pero esto... Esto es un secreto y has de guardarlo bajo llave.

"Hay pequeños detalles que me encantan. Viajar en metro cuando tengo prisa o en bus los días de lluvia. Ir a correr por las tardes al parque o bajar en pijama a comprar el pan. Perderme. Perder la noción del tiempo sin saber qué existe o qué no. Sentarme en  el arco de Moncloa y mirar hacia la carretera. Imaginar que me acunas entre tus mil historias. Reír, y pensar que enloquezco. Respirar y saber que al mismo tiempo, toda la ciudad ha dejado de hacerlo.


Detalles que te hacen única, tus construcciones, las cuatro torres, la enredadera que trepa el edificio que bordea esa rotonda, el templo de Devod, la Almudena, tus plazas, tus bares, tus barrios, Malasaña, Argüelles, el Retiro, la cuesta de Moyano... podría seguir y volver y andar sobre lo ya dicho, especificar qué cosas es mejor verlas de cerca o de lejos, de día o de noche, con nubes o con Sol... no cambiaría (para nada) la gran belleza que posees."

Pero todavía estamos en el ecuador del camino, aún no se ha completado la escritura del mapa, todavía me sigues dando sorpresas y, aunque no me suelen gustar por lo general, las tuyas todavía no han conseguido enfadarme.

Gracias mi Lady Madrid:
 siempre tuya,
 Lady Winter.

Filosofías de vida

1- El utópico: "Todo es posible"

2- El realista: "Las cosas son como son"

3- El  nihilista: "No pienses, busca"

4- El misántropo: "Os aborrezco"

5- El positivo: "Sigue intentándolo"

6- El melancólico: "No existe razón de mi existencia"

7- El anarquista: "Hago lo que quiero"

8- El prudente: "Hago lo que debo"

El ser humano: vivo y respeto tu vida.

miércoles, 1 de junio de 2016

La sandía sabe a verano y el verano a sandía

Es cierto, la sandía sabe a verano.
 Aunque puede que el calor también influya de forma significativa en el hecho de que, aunque vuelva la época de exámenes, todo a mi alrededor parezca acelerarse a esta etapa, sobrepasarla, ignorarla sin ningún remordimiento de conciencia.

La sandía sabe a verano...

Hay sandía en mi cocina y había sandía en la cafetería de derecho, y en la frutería de la calle que cruza con esa otra. Hay sandía por todas partes y se me hace la boca agua solo de pensar que la tengo tan cerca y todavía no puedo probarla.
Miento, hoy le he dado un pequeño mordisco a esa rodaja tan perfecta que estaba sobre el plato de la mesa de la cocina. Ha sido un capricho, como darle un beso al verano. Y ha sido sublime.

Traición a mi misma, con el sabor del verano en mi cuerpo mis hormonas se desajustan si es que mis emociones no estaban suficientemente alteradas ya de por sí. Ahora tendré que volver a encerrarme en el estudio, porque un sabor no es la esencia al completo de una cosa sino una de las múltiples propiedades que la describen.

El verano está cerca y sabe a sandía, pero aún no adivino su olor, aún no lo siento del todo. Serán los apuntes del examen de mañana, que se amontonan en mi escritorio y me privan de ir más allá.
"No tengas prisa, cierra los ojos y casi sin advertir su presencia ya estará aquí".


<<El sabor del verano>>

sábado, 28 de mayo de 2016

Mierda de contrabando

Mierda. Muchas de las cosas que escribo son mierda. Pero de la que cagas y te quedas bien a gusto.
Mierda cursi, mierda de adolescente, deshechos de decadencia que si accidentalmente pasan por tus ojos te provocan una gran náusea que nace de la primera de las células de tu cuerpo.
De vez en cuando me sucede esto: el ser crítico y pedante que llevo dentro me mira con las gafas de cerca y examina mis imperfecciones (de las cuales en otras ocasiones estoy orgullosa).
Incluso lo que escribo ahora me resulta vomitivo.
¿Por qué entonces publicarlo? La respuesta es simple: ¿y por qué no?
Los pensamientos son volátiles y se escapan. El lenguaje es parte del ser humano, una forma de concretar el mundo, de definirlo, de hacer que sea algo real y permanente o atemporal, infinito. Por eso el lenguaje no solo es oral, sino que tambien es gestual y aún más; escrito.
Por eso escribir, y por eso escribir aunque sea esta mierda.
He vuelto, con mis intermitencias de la vida, pero aquí estoy de nuevo, escribiendo. Todo el mundo debería hacerlo, al margen del idioma, es fundamental para activar la mente y al mismo tiempo relajarla y descargarla de todo lo que en ocasiones no somos capaces de decir.
No tienes por qué hablar. Tan sólo escribe. Escribe mierda, que huela muuuuuy mal. Escribe mierda que pase la frontera del pensamiento al papel.


 Mierda de contrabando.

lunes, 22 de febrero de 2016

Miel. Aquella era la última palabra del libro.
Y Marina la saboreó entre sus labios, dulce y amarga. Dulce como los finales empalagosos y románticos que terminan con un beso en los labios. Amarga como las cosas que se acaban, como la sensación de vacío que ahora sentía mientras sostenía aquella vieja edición de bolsillo entre sus manos.



Marina amaba leer, le fascinaba la inmensidad que se esconde tras las tapas de una novela: el hecho de crear una obra, de creer en una idea, de llegar a tocar un corazón en la distancia... había tantas cosas que le resultaba imposible enumerarlas todas.
Hay que decir que a Marina le brillaban los ojos con cualquier cosa. Se emocionaba con facilidad, tal vez porque era demasiado empática y el mundo le parecía un universo de pequeños detalles milimétricamente calculados que escapaban a su entendimiento.

Releer


Releerte es como dejar bailar mis dedos sobre un piano, improvisando la melodía que ya está escrita en nuestros labios.
Releer tus palabras y las mías, empaparme de delirios de pasado ahogados en bahías desconocidas.
Releo y gano y pierdo y siento. Siento como me golpean las palabras. Definiciones que como si fuésemos los indicados proporcionamos tiempo atrás sobre nosotros mismos.
Cojo el reloj de arena y lo estallo contra la pared. Me tranquiliza, la arena desaparece y se lleva las palabras. Las palabras pasadas, las presentes que se convertirán en pasado y las futuras que serán presente y estarán igual de condenadas al olvido, o el equivalente: la huella de haber sido estalladas contra la pared.