viernes, 24 de octubre de 2025

Hacia Dentro.

Hace tiempo, y no quiero sonar cliché. No he depurado mi estilo, pero supongo que habrá cambiado. Yo me siento diferente. Más estable, en general, a pesar de la precariedad de algunos ámbitos. Feliz. Mucho.

Escribir siempre ha sido un refugio ante la verdad invisible e inabarcable de lo difícil que resulta a veces comprender la vida y darle sentido. Creo que por eso he estado viajando. Lo he hecho montada en lo más literal del concepto y, como siempre, sigo llevando en mi bolsillo un billete de ida hacia Dentro.

Hacia Dentro. 

Seguimos en ello. El autodescubrimiento es un pozo sin fondo cuando la curiosidad tiene alma infantil. Imparable, persistente, decidida a cuestionarlo y descubrirlo todo: lo que duele, lo que hace cosquillas, lo que sorprende, lo que abruma y lo que abraza. Lo que deshace, lo que recompone, lo que reconfigura, lo que riega y lo que no se entiende, sobre todo lo que no se entiende. El autodescubrimiento me trae música, gente, trabajo, espacios de ocio donde caben el deporte y una guitarra, cañas, croquetas, pintura, palabras, lecturas que son conversaciones a deshora. Me lo trae todo, en bandeja de plata, con un protocolo impoluto y con traje de frac. 

Viajes diarios.

Ayer viajé por lo menos 29 veces. La última fue hablando con una amiga, mientras retomábamos sabores dulces, compartíamos teletransporte a 2003 y fijábamos nuestra mirada en la fuente de los delfines. Qué incríble resulta cuando el estímulo se presta tan ligero a la inefabilidad de despertar a la niña interior. Qué absolutamente maravilloso y mágico. 

A menudo, de un tiempo a esta parte, siento que estoy donde debería estar. Creo que lo estoy haciendo bien: vivir; y me fascina esta sensación. Es como tener un seísmo en el pecho, una cantidad de energía desbordante, de ser un generador con piernas de acero, que pisan fuerte y sabiendo dónde, desde dónde y hacia dónde. Siempre hacia dentro. Más hacia Dentro.

Más hacia Dentro. 

Más hacia Dentro siempre hay nuevas preguntas que responden a las previas. Nuevas ideas que proponen ilusión regenerada y una perspectiva  fresca sobre lo que ha sido y lo que puede que venga.  Más hacia dentro la madriguera no se estrecha, sino al revés. Estoy flotando, como Alicia, pero sin vértigo. Apostar por una misma y por lo que me hace feliz siempre será imperativo. Me gusta este punto vital, de tener la certeza de que la vida es incierta, y tener esa verdad entretejida en mi piel, y sentirla tan cómoda como un abrazo bien dado.

Me apetecía compartir la caída, como un camino, porque todos lo hacemos constantemente: caer al vacío, sin dirección y sin la más mínima idea de cuándo puede haber un giro de guión. Decir, que siento la lucidez de poder apreciar últimamente el mundo con especial belleza, y que creo que es necesario para mí vivir así. Dejarlo escrito le da vida. Compartirlo le da sentido. 

Con amor, María. 



"...and curiosity often leads to trouble"

sábado, 25 de enero de 2025

Byebye 2024, la síntesis de un año entero, para procesar

Byebye 2024, la síntesis de un año entero, para procesar

Adiós, 2024. Un mes tarde, pero encuentro el hueco para darte las gracias por acompañarme, por ayudarme a crecer, por construirme, por hacerme ver y sentir, por animarme a habitarte. 

Empezaste fuerte, con una mudanza que significó la renuncia a mi independencia, pero también la vuelta al hogar, el reconectar con amigas, amigos, familia, conmigo y, por supuesto, con el increíble clima de Madrid. Cuánto lo había echado de menos. El sol. El calor. El abrazo del cielo abierto. 

Empezaste con incógnitas, con la necesidad de búsqueda interior y de hacer algo que me reconfortase, que me conectase conmigo a un nivel verdaderamente profundo: la música. Estaba harta de las funciones de educadora infantil: no es que lo detestase por entero, y a día de hoy lo valoro con la fuerza que se merece; pero definitivamente no es mi principal vocación "cuidar" a niños y mucho menos de forma colectiva, donde la atención individual se pierde y la intervención educativa no parece focalizarse del todo. Así, me lancé a realizar un curso de producción musical durante 6 meses.

Esta faceta artística que tanto me estaba faltando últimamente despertó y fue una pata increíblemente fuerte de mi mesa durante todo el año. Conocí a gente maravillosa y me conocí a mí misma a otro nivel. Me dediqué a lo que me llenaba. Me dí tiempo y energía. Me regalé vida y conocimiento. Me llené de música y de herramientas para modificarla a mi favor. 

Luego vino la ruptura con Antonio. La relación se enfrió a los pocos meses de volver cada uno a su tierra. Después de dos años construyendo algo conjunto, la distancia fue un factor que intensificó las dificultades y diferencias que ya existían cuando compartíamos vida en Alemania. Ahora él desde Alicante y yo desde Madrid, nos dimos cuenta de que este era un capítulo nuevo en nuestras vidas del que el otro ya no podía formar parte. Respiro. 2024, otro año de duelos: pérdidas que llorar y ganancias que aprender a ver entre las sombras, y hacerles hueco a su debido tiempo para subir el volumen de su luz. La lluvia emocional por esta ruptura duró meses, a intervalos y cambiando la intensidad, pero subiendo la resiliencia, como siempre ante momentos así.

Entretanto, en cada estación del año, mis amigas. Volver a quedar con ellas. Doy mil gracias por esto. Por poder volver a verlas, abrazarlas, escuchar sus risas sin kilómetros que las distorsionen. Volver a construir recuerdos, cada vez más cercanos entre sí, y hacer planes diferentes. Verlas crecer de cerca y vivir y volver a sentirme parte de su mundo. Gracias 2024 por devolverme esta increíble sensación de pertenencia: a ellas por su paciencia y capacidad para adaptarse y acogerme de nuevo. Me sentía como en otra realidad cuando me fui a Alemania, en una etapa que tenía que vivir más sola, independiente y aislada. No lo digo con arrepentimiento, sé que esa época me regaló aprendizajes realmente enriquecedores... pero echaba en falta a cada una de mis amigas, con sus peculiaridades y sus formas increíbles de vivir y asombrosas de querer. 2024, me has dado de nuevo una pieza crucial de mi persona, las amistades que, aunque pase el tiempo que pase, siempre encontrarán el camino de vuelta.

Verano. El verano 2024 en Madrid me ha traído sorpresas, empezando por el clásico romance de verano. Conocí a un chico y me volví a ilusionar durante un mes, pero el calor debió derretirle la careta y en pocas semanas me di cuenta de que aquello, como dicen: "fue bonito mientras duró, pero no tenía futuro". Es raro resumirlo así, en dos líneas, cuando en su momento me trajo semanas de procesar lo gilipollas que me pareció y su comportamiento de negación de "eres tú la que va rápido" cuando, de los dos, era yo la que fluía y él el que tenía detalles más románticos. En fin, el verano de 2024 me abrió los ojos a un mundo donde existen este tipo de tíos que mucho hablan pero poco se comprometen, que se mienten a sí mismos y por el camino a quien encuentran. Pero el verano de 2024 no fue solo esto, también me regaló trabajo (¡por fin!). Monitora de ocio y tiempo libre en un campamento urbano. Curiosa experiencia y sobre todo un ingreso firme después de tanto tiempo. Por último, y sí, lo he dejado como quien deja el postre retrasando el momento dulce para su mayor deleite y disfrute: el viaje al norte con las chicas. Asturias y Galicia se llevaron una semana de unión con las cinco: Lucía, Sara, Carmen, Isa y yo. Me faltaron Marta, e Ibeth y Yu, pero el viaje fue increíble. Coche, camping, playa, lluvia, sol, comidas en casa, en restaurantes, noches de fiestas en pueblos y de paseos nocturnos. Horas de carretera, de esas que solo quieres hacer y que no se acaben nunca. Con ellas quiero viajar y ver el mundo entero. Volver a hacer esto en 2025, volver a crear lazos de esta forma tan bonita de la que solo es posible enamorarte de tus amigas en viajes, porque allí es donde las horas os dejan ser completamente vosotras, con tensiones y risas, con juegos y barbacoas, con teatro y abrazos y voleyball bajo el sol y con el murmullo de las olas. 2024, Gracias por esta semana de ensueño. 

Tema trabajo, 2024. 

Trabajar en 2024 ha sido hacer vídeos y esperar alumnos como quien cuenta los días en un calendario eterno. Pero por fin, más allá del verano, empezar a ver resultados. Vocación, enseñanza. También búsqueda incesante, frustración y, de repente, una llamada. Por fin. Por fin de verdad, por fin. Pedagoga, en intervención con niños con dificultades del aprendizaje. Está lejos, son pocas horas. No importa. Soy muy feliz haciendo lo que me llena. Responsabilidades que van ampliándose, confianza y reafirmación en que puedo y sé hacerlo. Experiencia. Un ambiente laboral de lujo, amigos, una jefa curiosa. Una cafetería cerca que reconforta. Una charla y una jornada de TDAH erguida como profesional, bautizándome como psico-neuro-pedagoga ante el resto. Horas de trabajo, ingresos, cotizando. Parece que las cosas se colocan. No estoy soñando. Es poco, está lejos, pero es algo. Y es algo que me llena inmensamente. Me hace feliz.  

Familia. 2024, gracias por devolverme la conexión con mi familia. Sobre todo con Elena, con su ingenio y su inteligencia, con su sentido del humor y su forma tan especial de ver la vida. También con Irene, porque aunque ella parezca a veces ir más por libre hemos tenido sin duda desde mi vuelta un acercamiento mayor, y lo necesitaba. Con papá y mamá las cosas van a ratos, como debe ser, supongo. Valoro muchísimo cómo me han acogido a mi vuelta, con los brazos abiertos y mucho amor. Mis hermanos me han dado junto a Carmen a dos nuevos sobris: Isabel y Álex, y he podido durante todo el año ver cómo sus vidas están dando un giro de 360ºC. Es precioso. Con Edu el deporte sigue siendo nuestro nexo principal. El resto de la familia se ve de vez en cuando, en ocasiones especiales como la Navidad, pero siempre es agradable estar cerca y no tener que atender a esos encuentros 5 minutos por una videollamada torpe. 2024, Gracias por el calor de la familia, la cercanía y el poder disfrutar  tanto de los momentos buenos como atravesar juntos los más duros. Este invierno Pepe estuvo en el hospital. Han sido unas Navidades diferentes, más tranquilas en cuanto a ruido, pero más apagadas por otro lado. En cómputo general, la familia siempre estará allí, como colchón y abrigo, y ese es un aprendizaje que renuevo cada año. 

Otoño. Otoño es trabajo y quedar con amigas. Empezar a quedar más con Iván, intentar hacer deporte de forma algo más constante. Organización. Visión de futuro, esclarecimiento. El Otoño es inspiración y frío, y alguna enfermedad ambulante: nada que no se pase con reposo y paciencia. Es tranquilidad y aprender a llevar mi propio ritmo, convivencia con mi soledad en calma. 

Final de año. Diciembre. La San Silvestre de nuevo con Edu de la mano. Emoción. Emociones. Muchas. Repasar mentalmente todo este trajín de días que llevo cosiendo desde enero. Darme cuenta de que necesito irme de casa (mejor pronto que tarde y mejor tarde que nunca). Sentar objetivos, quizás, inevitablemente, transitar un periodo de nostalgia. A veces me cuesta decir adiós. Quizás por eso, 2024, te lo digo a finales de enero del siguiente año. Porque esta carta sintética y catártica es también de despedida. Porque decir adiós hace un tiempo que para mí se volvió algo más tajante, en el mejor de los sentidos. Hay que saber despedirse para poder saludar al nuevo comienzo. No se puede vivir anclada a los recuerdos, porque entonces no se puede habitar el presente. Y es necesario habitar el presente para exprimirlo y vivirlo y no darte la vuelta un día y arrepentirte. Porque vidas solo hay esta, así que hay que aprovechar AHORA. 


REFLEXIÓN FINAL 2024

Al final, María, se trata de que 2024 te ha enseñado a elegirte, una y otra vez, ante puntos de inflexión que precisaban justo de la respuesta que has sabido pronunciar, por difícil que resultase. Te conoces más que nunca, sabes dónde pones la línea en las cosas que necesitas, en las que no te hacen bien, en tu próximo paso y en las personas de las que te rodeas.  Sabes cada vez con mayor precisión medir y establecer los límites y los tiempos inherentes a cada proceso. Todavía hay cosas que escapan a tu entendimiento y quizás nunca llegues a entenderlas, pero siempre buscas ser tu mejor versión. Así que tal vez, año a año y poco a poco te acerques más. La vida son duelos, pero también alegrías. Son cambios con las dos caras de la moneda. Son emociones que gestionar de la mejor manera que se sabe y con las herramientas que se tiene en cada instante. La vida no es fácil, pero qué gracia tendría si lo fuera. Adiós 2024, y mil gracias por ponerme a prueba y devolverme una sensación de capacidad y crecimiento tan grandes. Gracias por ayudarme a soltar el peso que me lastraba, a limpiar mi hogar e invitar a todo lo nuevo y bueno que entre. Gracias en especial por las re-conexiones personales con amigas y familia, a las nuevas amistades, a los aprendizajes de incalculable valor que me han hecho quererme y apreciarme más y mejor. 


                Un abrazo, y adiós.

                                    Con amor, 

                                                    María.