Es algo platónico, efímero y pasajero en un vagón del metro.
Dos jóvenes, guitarra en mano y con sus cuerdas vocales como instrumento principal llenan el mundo subterráneo con sus voces.
Me veo obligada a cerrar mi lectura, abrir mis ojos y escribir como una vez más me vuelvo a enamorar de la vida gracias a la música.
Es domingo por la tarde y mis pulmones se ensanchan, llenándose con el oxígeno que les proporciona un "Pienso en aquella tarde" recortado que se ajusta al tiempo que duran dos paradas de metro.
Me bajo y sin embargo sigo subida a la simpatía de esos dos desconocidos hasta que la noche me arropa entre sus sábanas.
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