miércoles, 12 de octubre de 2016

Cóseme porque me he roto, nos he roto.

Estuvimos más tiempo desnudos que vestidos. Desnudábamos nuestras almas.
Nos quitábamos la ropa de nuestros proyectos, y doblábamos las conversaciones que teníamos durante el día antes de acostarnos muy cerca. Si hacía frío entre los dos; nos dejábamos una chaqueta puesta y entonces ya no era lo mismo mirar el cuerpo del otro. Sabíamos lo que había debajo porque de tantas veladas piel contra piel conocíamos a la perfección cada arruga, lunar, o surco de nuestros cuerpos... Pero se notaban aquellas ocasiones porque también vestíamos nuestras caras y pretendíamos ignorar lo que nos distanciaba.
Distancia. Era física, mental, y de todos los tipos que se puedan imaginar. Era y sigue siendo el enemigo que más problemas nos ha causado, el que más daño nos hace, y no tiene forma y resulta complicado luchar contra todas sus facetas cuando se han acabado las armas que otras veces funcionaron para derrotarla.
Hoy ha llovido y te vuelvo a imaginar desnudo, tu alma frente a la mía, en silencio y al mismo tiempo diciendo todo lo que necesitamos oír.
Ojalá pudiera tejer mis deseos con algún tipo de hilo mágico que hiciera que se convirtiesen en realidad. Ojalá pudiera tejerte entre mis sábanas y dormir abrazada a ti.



No hay comentarios:

Publicar un comentario