Se detiene y pasa la cinta de los últimos días una vez más.Tiene el regusto de algo que nunca había cruzado por su mente y que no está mal para pasar el tiempo y avanzar a cámara rápida sus latidos para volver a recuperar la noción de si misma. Quién es, quién quiere ser, a dónde quiere llegar y si realmente está dispuesta a superar sus retos.
Primer reto: otros labios.
Lo supera y sabe bien. Imaginaba que sería parecido a la venganza o a la ira volcada en una acción indeseable y carente de trascendencia. Resultó ser tierno y conmovedor, pero al mismo tiempo desprendía el calor de una hoguera que no se apaga. Y llegan mil bomberos y desisten en apagar el fuego, es más, encienden otra llama diferente.
Y ella sigue sentada ignorando la música de fondo. Solo oye su banda sonora: palabras y sonidos que se funden en conversaciones que duran el tiempo que dejan libre entre beso y beso. Voces que sus oídos no han archivado todavía pero que resultan tan atractivas como un juguete nuevo que acabas de sacar de su envoltorio.
Y el sol oculta la noche entre los primeros rayos. Siguen sentados charlando y robándose los labios despacio, de vez en cuando, procurando no saturar el significado de las caricias y dejar que siga siendo parte de un juego inocente y caduco. Y cuando uno de los dos desaparece al otro no le importa y sigue bailando, como si no hubiera pasado nunca aunque ha sido la tinta que ha ayudado a escribir el punto y final de algo que ya quedó en el olvido. Y de repente el telón se cierra, el libro se acaba y el amor... no tiene nombre.
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