De pronto, él le pasa un brazo alrededor de su cuello mientras le acaricia el pelo y le susurra al oído muy bajito:
-¿Qué te pasa?
Ella se sonroja.
-Nada.
-¿ Estás segura?- insiste él con la voz entrecortada deseando que esta vez su respuesta sea no.
-Sí, estoy segura.
Se alejan con el sol del atardecer uno al lado del otro, una vez más...en silencio.
" Yo también te quiero." Piensa abatido y vuelve a meter sus manos en los bolsillos esperando que tal vez cuando el sol no sea testigo y la magia de las estrellas los envuelva, sus palabras serán mudas y tras una mirada que lo diga todo puedan fundirse en un beso eterno. Un beso de los que, según recuerda, le quitaba el aliento y a la vez le proporcionaba el oxígeno suficiente para seguir respirando.
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