Este relato es para mi ángel de la guarda, que se que está conmigo en todo
momento; y que observa a esta pequeña soñadora desde nuestro rincón favorito
del cielo....
- Carmencita!!!
Corro hacia ella y la abrazo lo más fuerte que puedo. Luego me dejo acariciar
el pelo mientras mi abuela me llena la cara de besos.
- Hay que ver cómo has crecido. A ver, mírame a los ojos.
Aunque la luz del sol me molesta, intento mantenerlos lo más abiertos
posible, tanto que me cuesta no pestañear. Ella esboza una sonrisa.
- Tan profundos y azules como el océano.
-Tan profundos y azules como los tuyos...- le digo mientras niega con la
cabeza y se ríe.
-Mi pequeña niña ya se hace mayor.
Su mirada atraviesa la mía, directa al corazón, y esas palabras se graban
con tinta en algún rincón de mi mente.
-Bueno, cuéntame qué tal estás, hace tiempo que no te veo.
Era cierto, hacía ya tantos años que ni siquiera me atrevo a contarlos.
Pero aunque noto una punzada de dolor en mi interior, intento disimularlo
cogiéndole de la mano.
Trato de responder lo antes posible, pero de repente la pregunta resuena en
mis oídos, y no soy capaz de darle una respuesta. ¿que qué tal estoy? ¿en
serio? Este verano ha sido el peor con diferencia de mi vida: me he mudado para
estar con la familia, cosa que ahora resulta que no es del todo cierta, ya que
mi padre no ha encontrado trabajo y no puede venir con nosotros; he llorado
como unas cien veces porque no me hago a la idea de vivir aquí, a tantos
kilómetros de la vida que tenía hace apenas unos meses; y cuanto más tiempo
paso en mi nuevo hogar más lejos estoy de muchas personas a las que
quiero.
-Bien...
No contesto nada más. Simplemente me limito a negar la realidad, porque
sigo creyendo que si no creo que está pasando; nunca se cumplirá. Pero supongo
que ya es tarde para sueños infantiles e imposibles. Sólo quiero protegerla a
ella, y a la vez a mi misma de todo.
Sin querer se me llenan los ojos de lágrimas, y no puedo evitarlo...aunque
tampoco quiero. Abrazo a mi abuela con fuerza y ella me sostiene, y me doy
cuenta de lo que en realidad la echo de menos. Necesitaba ese abrazo desde hace
tiempo. Necesito infinitos segundos a su lado. La necesito.
- No te preocupes-me susurra entonces, con esa voz tan dulce, como si fuera
un ángel- todo pasará. Nada dura para siempre.
-Eso no es cierto - replico casi gritando - tú estás aquí ¿lo ves? a mi
lado! como me prometiste cuando era pequeña!!
Mis ojos, mi único recurso para verla, están cubiertos por una cortina de
agua, y empiezo a moquear y a sollozar tan fuerte que ya no controlo el hipo
que nace debajo de mi pecho.
-Tranquila.... yo estaré aquí siempre. Te lo prometo.
Me besa en la frente mientras su imagen se desvanece despacio, dejando un
vacío completamente desolador en su lugar. La busco, corro en todas direcciones
diciendo su nombre en voz alta hasta que solo queda un hilo de voz quebrada por
las lágrimas.
-Carmencita!!!......
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Me despierto de golpe, sudando entre las sábanas. Sigo llorando cuando me
doy cuenta de que solo ha sido un sueño y oculto mi cara en la almohada. Quiero
dormirme, volverla a ver. Quiero volver al pasado, a ese hospital donde exhaló
su último aliento de vida. Quiero mirar a esa niña de nueve años a los ojos y
explicarle que tiene que cuidar de su abuela, que ahora es ella quién la
necesita. Quiero que me prometa que asumirá la realidad cuando llegue, que me
prometa... que se va a despedir. Que logrará hablar con ella y decirle que la
quiere, que estará allí siempre, pase lo que pase a su lado. Que le diga por
última vez: "Te quiero"
Me sumerjo en todos estos pensamientos mientras lloro, un llanto cada vez
más lento y ahogado; menos profundo y más calmado. Y acabo dormida entre mis
lágrimas, creyendo oír la voz de un ángel alado:
-Buenas noches pequeña, estaré siempre a tu lado.
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