miércoles, 15 de octubre de 2014

El azar, la serendipia, la casualidad o el destino... ¡despierta!

Navegamos entre variables dependientes del propio latir de nuestros cráneos. Y abandonamos a la suerte los virus de la sociedad. Un estornudo y palabras sin sentido. Palabras rimbombantes que se graban en el eco extranjero explorador de tus venas.
¿Has oído hablar del azar como técnica de control? Silencio.
Oír sin escuchar y escuchar sin disponer de un estímulo auditivo. En mi cabeza comienzan a sonar las pesadas agujas del reloj de pared. Ruidos, objetos que no cesan de caer, esclavos de leyes de la naturaleza como la diosa Gravedad.
Escritura automática, tinta en mis dedos y un bolígrafo que no me pertenece. ¿Qué pertenece a quién, y quién es responsable de decidir mi capacidad para romper mis esquemas?
Mi mente ya está rota. Destrozada en mil pedazos en un impulso de autodestrucción.
Dicen que nos salvan, pero ¿quién nos rescata de esa voz estridente que nos adoctrina desde su trono?
Tú no. Y nadie. Y sigues preguntándote.... ¿por qué ese paraguas era amarillo? ¿casualidad o destino?
No te comas el coco, mientras tú le das vueltas a trivialidades tan simples, la gente sigue andando, robando y malmetiendo, así como los ríos siguen serpenteando hasta desembocar en el mar.
Entiéndeme, un mar tan metafórico como el agua que lo alimenta, una masa de nutrientes que nos da de comer y que da qué pensar.
Y paso página, y el cuento nunca acaba. El olor a biblioteca se cuela entre el código binario de tu ordenador. Inspiras, tomando una bocanada generosa de oxígeno, pero obviamente no hueles nada. Maldito sistema. Tan involucrado estás en él que crees cada palabra que te digo. Y si digo que no podrás oler desde tu casa el saber que encierra una biblioteca, ese olor dulzón y soporífero.... no lo harás. Te han alienado, han conseguido eliminar tu imaginación, tu creatividad, tu arma más poderosa.
No tienen ni un pelo de tontos, aunque se escondan tras la imagen viva de la ignorancia que fingen. Eres producto de su proyecto triunfal, el decir sin pensar, el hacer sin saber y no intentar ir más allá. Eres un muñeco manipulable, una marioneta que sonríe sin siquiera preguntarse la procedencia de su ficticia felicidad. Eres polvo, cenizas, ausencia de criterio.
Hasta que un día levantes la cabeza, y te desconectes de la fábrica. No será fácil vivir ahí fuera teniendo al mismo tiempo que pisar el terreno que edificaron para que andases. Costará salirse de las líneas sin que te señalen con el dedo y te tachen de diferente. Costará aprender que ser diferente es lo mejor que jamás podrías haber hecho por tí.



Se despide: LadyWinter
                                         



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