Guárdame un secreto. Y que quede entre nosotras para siempre. Un día, no quise venir a verte. No quise porque sabía que tendría que quedarme durante un tiempo. Y tú no me garantizabas nada. En cierto modo estaba asustada.
Te odié. Te odié antes de venir y al principio. Te odié mucho. Pero había algo que tú me proporcionabas, algo que nadie antes me había dado: Anonimato. Poder caminar en silencio sin la obligación moral de saludar a nadie, simplemente andar sin rumbo y sola.
Y aun así seguía creyendo que iba a ser un infierno. Pero supongo que es normal, porque las inseguridades causan rechazo y tú estabas repleta de incógnitas hasta el último rincón. Y créeme... Todavía lo estás. Pero ahora es diferente. Ahora la intriga equivale a misterio y desde pequeña siempre quise ser espía.
Ahora ya nos conocemos mejor. Y nos permitimos la licencia de guardar cosas para nosotras. Cosas que la otra desconozca. Pero esto... Esto es un secreto y has de guardarlo bajo llave.
"Hay pequeños detalles que me encantan. Viajar en metro cuando tengo prisa o en bus los días de lluvia. Ir a correr por las tardes al parque o bajar en pijama a comprar el pan. Perderme. Perder la noción del tiempo sin saber qué existe o qué no. Sentarme en el arco de Moncloa y mirar hacia la carretera. Imaginar que me acunas entre tus mil historias. Reír, y pensar que enloquezco. Respirar y saber que al mismo tiempo, toda la ciudad ha dejado de hacerlo.
Pero todavía estamos en el ecuador del camino, aún no se ha completado la escritura del mapa, todavía me sigues dando sorpresas y, aunque no me suelen gustar por lo general, las tuyas todavía no han conseguido enfadarme.
Gracias mi Lady Madrid:
siempre tuya,
Lady Winter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario