viernes, 1 de febrero de 2013

El error de un borracho sin errores

- ¿Tomará lo de siempre?
- Perdone, ¿le conozco?
- Oh, disculpe, lo olvidé. ¿Qué desea tomar, señor?
 El hombre frunce el ceño extrañado, pero acto seguido decide pensar que tal vez el camarero le haya confundido con uno de sus clientes habituales. Se quita el gorro y lo cuelga junto a su abrigo en el perchero vacío de la pared.
- Póngame un vaso del licor más fuerte que tenga.
- Ahora mismo.
El camarero se retira unos segundos. Al otro lado de la barra, el misterioso caballero se pasa la mano por la cabeza, despeinando sin querer su pelo oscuro.
No sabe por qué, pero tiene la extraña sensación de que hace ya mucho que el tiempo ha dejado de ir tan deprisa como antes. El camarero regresa con una botella en la mano y la mirada ausente.
- ¿Le ocurre algo?
- Oh, no, nada....no se preocupe.
- Por favor, insisto.
- Está bien. ¿Tiene tiempo para una historia?
- Dispongo de todo el que usted necesite, pero antes, vaya sirviéndome lo que le pedí.
El camarero duda unos instantes, después descorcha la botella y vuelca parte de su contenido en una copa. Luego la deja en frente de nuestro protagonista, al que mira fijamente a los ojos.
- Antes de que empiece usted a beber, le ruego que me escuche. La historia es corta, y me gustaría acaparar toda su atención.
El caballero arquea una ceja, pero asiente. En cierto modo le parece interesante lo que el joven tiene tantas ganas de contarle.
- Por supuesto. Por favor, comience su historia.
- Bien. Hace no mucho conocí a un hombre al que le gustaba beber. Venía a menudo a este bar, pero nunca hablaba de sí mismo. Simplemente llegaba, se sentaba y decía: "Póngame una copa de olvido".
Supuse que había algo en su pasado con lo que no era capaz de convivir, que cometió un fallo tan grave que quería eliminarlo para siempre de su mente. O tal vez hubo alguien... no sé.
- ¿Y le preguntó qué era aquello que quería borrar de su memoria?
El hombre daba vueltas a su copa lentamente, sin llegar en ningún momento a beber, absorto en la curiosa historia del camarero.
- Sí. Pero cuando lo hice ya fue demasiado tarde. Aquel hombre se había olvidado... de todo. No se reconocía a sí mismo. No era nadie. Pero por alguna extraña razón volvía siempre y se sentaba justo donde está usted, y se emborrachaba de nuevo.
- Que vida más triste.
-Ciertamente, así lo creo.
- Y...¿qué ha sido de él?
- Eso es lo más triste de todo. Cada noche, como le decía, regresa. Se sienta, me pide el licor más fuerte que tenga, se quita el abrigo y el sombrero; mientras yo le sirvo una copa de olvido. Y después, justo antes de bebérsela, escucha su historia con paciencia, como si fuera la primera vez.
No pudiendo soportar sus palabras, el hombre se acaba la copa de un trago, y olvida los últimos diez minutos. Olvida su nombre, y también las razones que le llevaron en un principio al lugar en el que se encuentra ahora mismo: un limbo de alcohol, la perfección en un mundo que no existe. La vida sin errores, cuando el mayor error que cometió fue pensar que los errores no forman parte de nuestra vida.





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