Sin ganas de hablar, sin ganas ni siquiera de respirar, ella permanece paralizada como los maniquís en los escaparates. Y con la mirada fija en un punto sin motivo se evade del mundo. Y cree que así todo se solucionará. Las cosas cambiarán, el tiempo pasará sin rozar la superficie de su piel, dejándola a un lado.
Y su corazón no se romperá. No terminará de hacerse añicos como si se tratara de un jarrón de cristal que sin querer ha tirado al suelo un niño al pasar corriendo.
Y sus lágrimas dejarán de caer por sus mejillas para caer en sus pulmones inundándolos, ahogándola en su propio llanto.
Y morirá. Y en seguida despertará de su sueño. Y todo permanecerá igual, porque la vida sigue su curso y hay que pasar por todo. Pero de eso ya se dará cuenta más tarde.
Tantas veces pasa esto sin que luego cambie lo más mínimo...
ResponderEliminarBesos con cianuro.