lunes, 18 de mayo de 2015

Noche de arte

Cuadros y gente, pero sobre todo cuadros. Artistas muertos convertidos en colores y formas que ellos mismos crearon cuando aún pertenecían a este mundo.
Ella pasea por las salas, se impregna de esa ausencia y de esa presencia. Sabe que al otro lado de esos muros la noche envuelve el museo, que la envuelve a ella. Siente ese calor, ese manto de estrellas que nadie percibe en una ciudad enmascarada por la luz de los coches. 
Sonríe y avanza deprisa, parándose únicamente en aquellas obras que captan su atención con mayor fuerza, casi como imanes que la obligan a detenerse y cesar su baile sinsentido por los pasillos. 
Los paisajes son uno de sus motivos más selectos y se imagina dentro de cada pincelada, paseando por la orilla de ese mar tranquilo o sentada encima de una nube en aquél cuadro de cataratas.
Se llena de paz, del sonido incesante del agua y hasta siente como poco a poco se empapa. Respira y abre los ojos. De vuelta al museo con su sonrisa de niña pequeña y chorreando agua por el pelo y la ropa. A partir de entonces va dejando un rastro salado tras de sí.
Las salas de impresionismo la dejan ciertamente impresionada, cada autor con su estilo o como a ella le gusta decir: cada loco con su tema. Monet, Manet, Van Gogh, Cézanne, Degas, Renoir... Son realmente curiosos. 
Sigue andando y vuelve a detenerse, esta vez frente a un cuadro de una mujer desnuda. La inscripción dice "mujer bañándose en una fuente". Está de pie, con los brazos en alto y sus dedos entrelazados en su pelo. No mira de frente, sino hacia abajo dejándose acariciar por la cortina de agua que la cubre y cae a ambos lados, deslizándose por sus caderas y besando el suelo. 

Es precioso. 

Un instante tan íntimo y exclusivo colgado de una pared para que cualquiera tan sólo con pasear su mirada por la tela pueda unirse al baño. 
Ella permanece de pie incapaz de apartar sus ojos de la mujer desnuda. Siente admiración y pena al mismo tiempo. Y por un segundo se ve a ella misma cogiendo el cuadro y huyendo del museo, para que nadie más pueda contemplarlo.
Oh! Si la belleza fuera un poco más digna. Si la armonía, la naturaleza y el propio cuerpo humano fueran concebidos en su pureza y decoro más genuinos...

Y se marcha. Se aleja de la mujer desnuda y de los cuadros. Se aleja de la gente. 
Arrastra sus pies cansados por los pasillos y tiene ganas de llorar y de reír y de morir y de vivir al mismo tiempo. Sale del museo y seca sus lágrimas y su pelo y su ropa a la luz de una farola. 
Se duerme. 

                               
                                                                                                   Att: Lady Winter





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