miércoles, 13 de julio de 2016

Los días

Pasan como peatones cruzando un paso de cebra, abandonan su acera y dejan de ser.
Los días se suceden como una serie macabra que no alcanza nunca su fin, de modo que nunca vuelven a ser triángulos, ni círculos, ni hexágonos.
El niño de primaria se siente perdido no sabiendo cómo ordenarlos ahora que ha tomado conciencia de que, aunque año tras año tengan el mismo nombre, nunca serán los mismos.
Los días cambian de forma y de olor y de sabor.
Los labios hablan, enmudecen, se persiguen y se encuentran, se funden. Las bocas  se vacían de humo, se llenan de agua, estallan en carcajadas y se cierran. Dejan trabajar a los ojos. Las miradas se rehuyen pero nunca se separan, encriptan mensajes ocultos con códigos que sólo poseen unos pocos.
Son sólo un grupo de personas y un animal en un salón coleccionando el momento, atrapándolo en sus mentes, acariciándolo con los dedos.
Es otro día que pasa de largo con sus leyes, papeles que caen de una ventana y dos pequeñas manchas en la cama.
Son manzanas que caen del árbol en el que Newton observaba las nubes, y un simple golpe que te despierta y te dice que quedan horas para que hoy acabe y con él el paso de otro día.

"El niño de primaria se siente perdido no sabiendo cómo ordenarlos..."

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