viernes, 12 de abril de 2013

Atrapada en su propia dimensión....

 ...sentía mariposas en el estómago y vestía una sonrisa de esas casi imposibles de borrar de los labios. Enamoradiza por defecto, Amy rompía sus reglas cada vez que le miraba. No podía evitarlo. Tampoco quería.
El infinito le parecía alcanzable cuando él se acercaba y hablaban; y no había nada, absolutamente nada aparte de sus ojos castaños que la hicieran sentir tan frágil. A su lado, Amy sentía que en cualquier momento podía echarse a volar.
Nunca le besó. Pero no hubo un sólo instante en el que no deseara probar el sabor de sus labios.
Nunca le abrazó. Pero no podía dejar de pensar en como le estremecería sentir el calor de su mano rodeando su cintura.
Nunca... nunca pasó nada porque, en cierto modo, él no existía.


 Y es que todo era una ilusión, fruto de su desmesurada imaginación, como todo: una mentira. Se engañaba a sí misma porque necesitaba un héroe que la convirtiese en princesa, alguien que se plantase delante suyo y le dijese que la quería.
Pero lejos, lejos de su mente y de la ficción... lejos, en el mundo real, las cosas eran diferentes. Y tampoco se estaba tan mal. La soledad no dolía. O tal vez fuera que Amy se había acostumbrado a ella, y eso la hacía mostrarse indiferente ante la falta de compañía.
Y daba igual que no existiera el hombre perfecto, porque de todas formas, nadie lo es. Sin embargo, Amy siempre quiso ser perfecta, aunque sólo fuera a los ojos de aquel que fuese tan valiente como para ser capaz de quererla. Y en lo más profundo de su corazón, allí donde nadie había logrado ver, se escondía el deseo de encontrarle, aunque eso le llevase el resto de su vida.
Pero, hasta entonces, tenía todo el tiempo del mundo para ser feliz.



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