jueves, 12 de septiembre de 2013

Pequeñas acciones desinteresadas

Se me cayó el alma a los pies y no pude evitarlo, aunque yo también odiara que me pusieran esa estúpida mirada de compasión. Sin embargo él no lo notó, estaba demasiado concentrado tratando de rehuir las caras de la gente al mismo tiempo que pedía algo de dinero. No reparó en mí. Yo sólo era alguien más que podía ayudar y no lo hacía.
Y yo no tenía nada que darle, y eso me hacía sentirme aún peor. No poder hacer nada por ese hombre me estaba matando. Y aunque fuera una tontería intenté acabar el día haciendo pequeñas obras. Acciones voluntarias, detalles mínimos de los que nadie se percata pero que a la larga siempre quedan ahí guardados, en algún rincón de nuestra mente. Y aún así no me sentía mejor. Pero sabía que aquello era un comienzo.
Y pensé en lo injusta que es la vida de todas formas, que nos da unas condiciones y nos deja desnudos al destino, que nos da medios y nos los quita, sin tener un orden claro, creando desigualdades sin darse cuenta. Pero... ¿quién decide eso? ¿quién es el encargado de repartir las herramientas que nos ayudan a vivir? ¿quién...?
Tal vez seamos nosotros mismos, ciegos, que culpamos al Mundo... hipócritas.
Somos esos herederos de su pasado que no quieren cargar con las consecuencias de lo que hicieron aquellos que duermen en sus tumbas. Aquellos que nos precedieron y no pensaron en nosotros. Gente sin nombre que quiere cambiar el mundo y no sabe por dónde empezar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario