viernes, 11 de octubre de 2013

inestabilidad

Releo lo que escribiste en los charcos de la ciudad, pisando tus palabras y olvidando a qué sabe el sonido de tu voz. Ayer la lluvia no se dejó caer por las aceras y en esos charcos, inexistentes espejos de tu sombra, escondo mis deseos. Nunca los guardo para ti. Y es que se que no mirarás, y por eso sé que estarán a salvo.
El olor de la madera me recuerda a aquella vez en mitad del bosque, aquella vez que me perdí a tu lado, aquella vez que ni tu ni yo nos conocíamos. Y el perfume se queda grabado en mi almohada. El perfume de lo que nunca ha pasado.
Hay una línea invisible que separa la locura de la razón, la inocencia de la madurez, la fantasía de la realidad... todos los polos opuestos. El equilibrio perfecto.
Ójala pudiéramos estar más cerca, uno a cada lado de la línea. Tan cerca que pudieras escuchar mis latidos sin tocarme. Pero ójala todo siga igual de inestable. Tal vez algún día sepas realmente quién soy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario