miércoles, 16 de octubre de 2013

Punto y aparte

Le hice una foto mental. Cerré los ojos durante un instante y archivé la imagen en mi memoria.
Estaba volando, o al menos, tenía esa sensación. Y no tenía miedo.
El viento silbaba en mis oídos, y me puse la capucha de tu sudadera negra, la que me prestaste, para evitar que me despeinase. Escondí mis manos en el interior de las mangas, abrí mi cuaderno y, como de costumbre, empecé a escribir.
Me pegué a la pared y me acurruqué lo más lejos del borde posible; por si de repente se apoderase de mi un impulso de saltar al vacío; me diera tiempo a abandonar esa estúpida idea fuera de mi cabeza. 
No hacía calor. Tampoco frío. Tenía tu olor impregnando mi piel.
Empecé a dibujar letras en el blanco del papel, manchándolo con tinta; sin remordimiento alguno.
Me sentía poderosa, con Madrid a mis pies. Entré de nuevo en el cuarto, que ahora estaba vacío, y cerré la ventana dejando la ciudad en un segundo plano.
Eso pasó aquel día, aquél en el que tu y yo sólo éramos amigos. Aquel día que tanto tú como yo sabíamos perfectamente que en un futuro dejaríamos de lado ese "sólo".
Pero hoy todo ha vuelto a la normalidad. Y tú ignoras que yo ya lo decidí por los dos. Lo hice esa tarde mientras pensaba en todas las historias que nos daría tiempo a escribir, mientras pensaba en todas aquellas que dejaríamos en blanco. Mientras tú no pensabas en mi. Aquella tarde decidí que algún día como hoy... volvería a estar sola. Y se lo susurré al oído a Madrid, y ahora todo el mundo lo sabe. Todo el mundo sabe que terminamos de leernos en aquel punto y a parte.


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