lunes, 25 de marzo de 2019

Pesadillas

Se despertó con el sudor ya frío sobre la frente y con un intenso deseo de morir. La habitación todavía estaba oscura. Alargó su brazo y encendió la lamparita de noche echando un vistazo rápido a su alrededor: todo en orden.
 Miró el reloj de muñeca que la noche anterior había dejado en el escritorio, todavía eran las cuatro de la mañana.
"Malditas pesadillas..." Su voz aún estaba ronca por estar recién levantado, y aquella inocente frase sonó casi imperceptible incluso para él, pero aun así tenía miedo de que alguien le hubiese oído.
De todas formas, ¿por qué tenía que imaginar ese tipo de sueños tan horribles?
Notaba esa incómoda sensación de no poder controlar a su propio subconsciente durante las pocas horas que se ausentaba del mundo para descansar. Y aquella noche, sin duda, había sido una para no querer recordar.
"Cuando tienes seis años, este tipo de cosas son normales, incuso habituales..." pensaba en voz alta, intentando dar respuesta a preguntas que surgían en su mente. " Pero yo ya soy mayor, no debería seguir con esta tontería de las pesadillas." Sin embargo, había algo que había cambiado desde que tenía seis años. Y es que ya no le preocupaban la misma clase de cosas. Ya no tenía miedo a que le castigaran por no haberse acabado el primer plato, o se mostraba indiferente ante la posibilidad de que hubiera un monstruo bajo su cama. Recordó con una sonrisa cómo cuando era pequeño no podía dormir sin haber supervisado el espacio que separaba su colchón del suelo. "Pueril e inocente vida la del infante...." Nada más decir esto, deseó volver a ser un niño, y no tener el tipo de responsabilidades que ahora se le echaban encima: Afrontar la muerte de un conocido, aquello antes hubiera bastado con decirle " Está observándote desde el cielo, y te está esperando. Algún día volveréis a estar juntos..." y esa clase de cosas que se le dicen a un niño para que no vea lo que tiene delante: el vacío de una persona que se ha ido y que no va a volver.
Notó cómo se le llenaban los ojos de lágrimas, y por una vez, solo en su habitación, le daba igual que alguien entrase y le viera.


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